Editorial:

Niños objeto

Los FINES de la I Conferencia Mundial contra la Explotación Sexual de la Niñez, que comienza hoy en Estocolmo, justifican ampliamente la expectación que ha suscitado. Un millar de delegados de 112 países representando a sus respectivos Gobiernos, a Naciones Unidas y a diversas organizaciones comprometidas en defensa de los derechos de la niñez se reúnen por primera vez con el objetivo de intentar detener y erradicar la explotación relacionada con el comercio sexual de los menores. Una lacra de la humanidad que ha experimentado un auge inusitado y que hasta hace muy poco se creía exclusiva de l...

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Los FINES de la I Conferencia Mundial contra la Explotación Sexual de la Niñez, que comienza hoy en Estocolmo, justifican ampliamente la expectación que ha suscitado. Un millar de delegados de 112 países representando a sus respectivos Gobiernos, a Naciones Unidas y a diversas organizaciones comprometidas en defensa de los derechos de la niñez se reúnen por primera vez con el objetivo de intentar detener y erradicar la explotación relacionada con el comercio sexual de los menores. Una lacra de la humanidad que ha experimentado un auge inusitado y que hasta hace muy poco se creía exclusiva de los países del llamado Tercer Mundo. Los acontecimientos que sacuden estos días a la sociedad belga han venido a demostrar la extensión del problema y que las víctimas no se encuentran sólo entre los niños de la calle de Río de Janeiro o de cualquier otra capital donde impera la miseria.Tal como ocurre con el tráfico de drogas, las redes de prostitución infantil mueven enormes cantidades de dinero y están en condiciones de corromper a funcionarios de cualquier país, en cualquier nivel. Además, no siempre asumen formas evidentes del delito, a cargo de mafias internacionales, sino que también suele encubrirse bajo la forma de negocios aparentemente lícitos. Entre las causas que originan este fenómeno figura, en primer lugar, la miseria. Valores morales, dignidad, lazos afectivos, familia, todo lo que constituye la base de una formación adecuada difícilmente pueden arraigar en medio de, la miseria material. Este componente económico del problema implica directamente en él a los Gobiernos y, como la mayoría de los problemas del mundo actual, exige la acción de toda la comunidad internacional. Corresponde a cada país dentro de sus fronteras la adopción de las medidas preventivas y/o represivas necesarias, pero tendrán un valor limitado si no son complementadas con una acción internacional.

La responsabilidad de los países del mundo rico resulta así mayor. Por un lado, son ellos los que establecen las reglas del juego comerciales y políticas en las relaciones internacionales y está, por tanto, en sus manos el arbitrar medidas que apunten a la erradicación de la extrema pobreza de las zonas subdesarrolladas. Al mismo tiempo, son mayoritariamente ciudadanos de los países ricos los que practican el llamado turismo sexual, que hasta ahora se desarrolla impunemente.

Hay muchas esperanzas de que esta conferencia no sea un simple foro de discursos impactantes. Al menos de parte de las organizaciones no gubernamentales que se ocupan de los problemas de la niñez hay una decisión muy firme de presionar a los responsables políticos para enfrentar el problema. En muchos países se carece de una legislación adecuada para este tipo de delincuencia, que hasta ahora había permanecido un tanto soterrada y que no había adquirido las dimensiones que actualmente tiene. En tomo a la prostitución infantil ha crecido, al amparo del libre juego de las fuerzas del mercado, toda una industria sobre la que resulta necesario legislar en defensa de los más elementales derechos humanos como son los derechos de la niñez.

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