Editorial:

El turno de Clinton

TRAS LA convención del partido conservador norteamericano, el aspirante a la presidencia Bob Dole había visto recortar la ventaja que las encuestas daban consistentemente al ocupante de la Casa Blanca, Bill Clinton, de unos 20 puntos a menos de la mitad, y, hasta en algún caso, a una mínima diferencia. Pasado el efecto y contando con la ofensiva electoral sin tregua que el demócrata sostiene desde el despacho Oval, la brecha se ha abierto de nuevo, y, con la regularidad de las riadas estacionales, la celebración de la convención demócrata esta próxima semana en Chicago le dará otro impulso en ...

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TRAS LA convención del partido conservador norteamericano, el aspirante a la presidencia Bob Dole había visto recortar la ventaja que las encuestas daban consistentemente al ocupante de la Casa Blanca, Bill Clinton, de unos 20 puntos a menos de la mitad, y, hasta en algún caso, a una mínima diferencia. Pasado el efecto y contando con la ofensiva electoral sin tregua que el demócrata sostiene desde el despacho Oval, la brecha se ha abierto de nuevo, y, con la regularidad de las riadas estacionales, la celebración de la convención demócrata esta próxima semana en Chicago le dará otro impulso en las encuestas al presidente Clinton.Además de un balance en el que figura una situación económica bastante buena y algunos éxitos considerables en política internacional, Clinton cuenta con la ventaja de poder utilizar el cargo para hacer campaña. Lo hacía el viernes al declarar que la nicotina es una droga y endurecer el acceso al tabaco de los menores de edad, o cuando el martes anterior ratificaba una ley aumentando el salario mínimo a cinco dólares la hora. Con esa actividad trataba también de acolchar lo más posible otra firma, ésta mucho más polémica, el jueves pasado, sobre la drástica reducción de ayudas federales a los que se hallan por debajo del umbral de la pobreza, la llamada ley de la beneficencia.

Clinton prometió al asumir su mandato que pondría fin al welfare -beneficencia en inglés- "tal como lo conocemos". Lo que quería entonces era, sin embargo, la racionalización del sistema, pero también su mejora, y en absoluto su radical reducción. Ha sido, por ello, la mayoría republicana en las cámaras la que ha impuesto su versión del Estado providencia a un presidente que, tras numerosas dilaciones, se ha sometido a una medida cuyo fin es acabar con una presunta cultura de la dependencia y estimular el esfuerzo personal, la famosa ética de trabajo del protestantismo anglosajón. Como se comprenderá, semejante medida, que reduce a cinco años la percepción de prestaciones sociales para los sin trabajo y las anula para los inmigrantes en los dos primeros años de desempleo, y de la que se espera un ahorro de unos 50.000 millones de dólares, no es popular en todos los barrios. Y esa ley, que Clinton tratará de compensar con medidas de promoción laboral que anunciará en la convención, es la única nube que le puede enturbiar la reunión de Chicago.

Clinton sigue contando con una notable ventaja en las encuestas sobre su rival republicano, 23 años mayor que él y poco lucido como tribuno popular, pero de la misma forma que él arrebató en 1992 la victoria al presidente Bush contra muchos pronósticos, nadie en la Casa Blanca piensa hoy en cantar victoria antes de tiempo. Especialmente si hay alguna bomba política por detonar en el escándalo financiero Whitewater, que afecta a algunos de sus más íntimos colaboradores de sus tiempos de gobernador de Alabama.

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Chicago, por tanto, será una fiesta cuatrianual más de la aclamación de un candidato a unos meses de las elecciones presidenciales, el próximo 5 de noviembre, en especial del que opere desde la Casa Blanca.

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