Tribuna:

Clases sociales y guarismos

Según una información de Azucena Criado aparecida en estas páginas, cada día nacen en Madrid. 71 niños y fallecen 77 personas. Así que hay un sumidero pequeño por el que la ciudad se vacía de sí misma en grupos de a seis. Estamos frente a una implosión demográfica, lo que disminuye para muchos la esperanza de volver a nacer en detrimento de la creencia en la metempsicosis. En otras palabras, de cada uno de los 77 muertos diarios que produce Madrid, seis se quedan sin cuerpo y sin alma al mismo tiempo. Ignoramos Los criterios divinos o municipales (tan cercanos entre sí) por los que se escoge a...

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Según una información de Azucena Criado aparecida en estas páginas, cada día nacen en Madrid. 71 niños y fallecen 77 personas. Así que hay un sumidero pequeño por el que la ciudad se vacía de sí misma en grupos de a seis. Estamos frente a una implosión demográfica, lo que disminuye para muchos la esperanza de volver a nacer en detrimento de la creencia en la metempsicosis. En otras palabras, de cada uno de los 77 muertos diarios que produce Madrid, seis se quedan sin cuerpo y sin alma al mismo tiempo. Ignoramos Los criterios divinos o municipales (tan cercanos entre sí) por los que se escoge a estos. perdedores natos, aunque lo más probable es que los dicte el azar. En este sentido, la implosión no es más que la versión centrípeta de la explosión.Se ha constatado que entre los fallecidos los hay de todas las edades, aunque predominan los viejos, mientras que los nacimientos siempre arrojan corno resultado final un bebé. No nacen, pues, ancianos en la capital, lo que no quiere decir que disminuyan, al contrario, pero alcanzan tal condición a base de durar. Antiguamente, por ser niño te daban puntos, y por ser anciano. te pagaban, trienios. Ahora han desaparecido los trienios y los puntos, pero ha vuelto la culpa: la de ser bebé, porque frenas la realización personal de tus padres, además de obligarles a trabajar como negros (nunca esta frase políticamente incorrecta fue tan real) para pagar la guardería; y la de ser anciano porque le cuestas al Estado un ojo de la cara. Lo mejor es nacer directamente de edad media, y de clase media, como Rato, para no tener problemas con nadie y ser autosuficiente. Pero ya se ha dicho que algo pasa con la máquina de nacer que sólo alumbra niños de cero (tías, crudos, a los que es muy costoso sacar adelante tanto desde el punto de vista emocional como económico.

. El resultado de todas estas circunstancias es que Madrid envejece, aunque le están haciendo la cirugía estética en María de Molina y en la plaza de Oriente, entre otros lugares francamente flácidos, para quitarle las ojeras y elevarle los pechos. En los puntos de grasa de Méndez Álvaro y demás enclaves chabolistas funciona mejor la liposucción, aunque luego no sepamos qué hacer con la materia orgánica extraída ni con los pellejos recortados. Así que se trata de un rejuvenecimiento falso, como si la piel que te quitan de la cara, para darle un estirón a la sonrisa, te la pusieran en la espalda. Hay tratamientos de belleza que los 10 años que arrancan de delante los ponen por detrás.

Si ves a Madrid por detrás no lo conoces: tiene la nuca comida por la sarna y la espalda cuarteada por una geografía de grietas de las que mana un suero de albañal. Los viajantes de comercio que llegan a la capital por la espalda huyen espantados, sin haber vendido una escoba, víctimas de esa visión apocalíptica. Y los que entran de frente pasan el verano en un atasco quirúrgico, de forma que cuando salen de él no regresan ni atados. ,No es raro, pues, que seis de cada 77 muertos se nieguen a volvel. Aquí se apuntan a la implosión demográfica los muertos y, los vivos, aquéllos perdiendo el alma con la existencia, y éstos retrasando la paternidad que, según la citada información, se realiza cada vez más tarde, o huyendo simplemente sin mirar atrás: frente a las 38.163 personas que llegaron a Madrid en el 92, se fugaron 59.661, quizá para ponerse a salvo de la capitalidad cultural de Alvarez del Matanzo, tan popular en aquellas fechas de nuestros pecados. Otro agujero pequeño éste de la relación entre emigrantes e inmigrantes por el que también vamos quedándonos vacíos de nosotros mismos.

Así que no sabe uno por dónde tenernos menos futuro, si por detrás o por delante, por el nacimiento o la muerte, por la huida o el regreso. Nos consuela de esta duda existencia la seguridad de no poder elegir, porque más que en una ciudad libre vivimos en el interior de una estadística por cuyos túneles deambulamos como guarismos ciegos en los que se cumple una ley previamente establecida. Lo malo es que entre los guarismos también hay clases.

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