Una promesa incumplida

, Apegado a la costumbre de sazonar su discurso con salmodias que repite sin aparente cansancio, Aznar destacó una y otra vez que el PP siempre se ha mantenido "fiel a sus principios". Nadie entre el público lo puso en duda, aunque sí hubo quien se mostró defraudado por el incumplimiento de una solemne promesa que el presidente del-Gobierno había realizado hace un año en la misma cima de Monte Faro.

"Si llego, a La Moncloa, vendré aquí a bailar la muñeira", anunció en julio de 1995 el entonces aspirante a desbancar a Felipe González. Pero los sones de los gaiteros y las bandas de música...

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, Apegado a la costumbre de sazonar su discurso con salmodias que repite sin aparente cansancio, Aznar destacó una y otra vez que el PP siempre se ha mantenido "fiel a sus principios". Nadie entre el público lo puso en duda, aunque sí hubo quien se mostró defraudado por el incumplimiento de una solemne promesa que el presidente del-Gobierno había realizado hace un año en la misma cima de Monte Faro.

"Si llego, a La Moncloa, vendré aquí a bailar la muñeira", anunció en julio de 1995 el entonces aspirante a desbancar a Felipe González. Pero los sones de los gaiteros y las bandas de música que invadían ayer el monte no fueron suficientes para animarle a cumplir su palabra. La concurrencia -y sobre todo los fotógrafos- -se quedaron con las ganas.

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Tal vez no se animó porque parecía un tanto acatarrado. Estornudó varias veces en la misa y mostró una leve afonía. En su descargo habría que apuntar que se necesitaba osadía. La multitud le hubiese aplastado. Para Aznar y sus ministros, todos con atuendo campestre, moverse entre los tenderetes de pulpo, la tribuna de oradores y la capilla del monte fue una tortura que sobrellevaron con resignación.

No se alcanzaron, ni de lejos, las triunfalistas previsiones del PP gallego, que hablaba de una asistencia de 25.000 personas. Pero el gentío, deseoso de tocar a Aznar a toda costa, era suficiente para poner en serios apuros a su escolta y al excitable servicio de organización.

Y eso que el despliegue de seguridad' fue casi intimidante. En la cumbre, las decenas, de uniformes de guardias civiles se confundían con un mar de viseras en la jungla de chiringuitos. Con todo, la organización se sintió obligada a advertir por megafonía que entre la entusiasta militancia se habían colado algunos carteristas.

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