Las obras vuelven a la plaza de la paja para quitar la fuente instalada hace cuatro años

Instalar la fuente costó 60 millones en 1992; quitarla -por motivos estéticos-, 66. La plaza de la Paja, una de las más antiguas del corazón de Madrid, va a ser rehabilitada por segunda vez en cuatro años. En el verano de 1992, con el concejal Ángel Matanzo al frente del distrito de Centro, se abordó la hasta ahora última transformación, cuya más visible consecuencia es una fuente redonda y plana que para los arquitectos del nuevo proyecto "no casa con el estilo de los Austrias". Estos técnicos están decididos a devolverle al lugar, de una vez por todas, su personalidad.

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Instalar la fuente costó 60 millones en 1992; quitarla -por motivos estéticos-, 66. La plaza de la Paja, una de las más antiguas del corazón de Madrid, va a ser rehabilitada por segunda vez en cuatro años. En el verano de 1992, con el concejal Ángel Matanzo al frente del distrito de Centro, se abordó la hasta ahora última transformación, cuya más visible consecuencia es una fuente redonda y plana que para los arquitectos del nuevo proyecto "no casa con el estilo de los Austrias". Estos técnicos están decididos a devolverle al lugar, de una vez por todas, su personalidad.

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La historia de esta plaza, cuyo nombre recuerda las subastas de paja que allí se celebraban en el siglo XVI, es una radiografía no del todo infiel de los vaivenes de la historia entera de Madrid: llegaron los árabes (siglo IX) e instalaron una mezquita en la colina; se presentaron después los cristianos (siglo XI), y, decididos a conservar el carácter sagrado de la montaña, trocaron el templo musulmán en una iglesia (la de San Andrés).Durante la Edad Media, las familias más nobles de la ciudad hicieron del lugar una suerte de barrio de la Moraleja del siglo XV. Florecieron allí los palacios de los Lasso y los Vargas. Pero aparecieron los burgueses del siglo XIX, y, viendo que la ruina y el abandono carcomían las construcciones y que además ahí no vivía nadie, las echaron abajo a fin de edificar las casas de pisos actuales, típicas de clase media baja del madrid de Galdós. En el XX fue glorieta con coches y farolas fernandinas, tuvo varios nombres, se aisló casi completamente del tráfico, y por fin, en tiempos en los que Angel Matanzo era concejal del distrito Centro, se instaló la fuente. Pensó el edil en levantar al lado una estatua que representara a los niños del cercano colegio de San lldefonso en actitud de cantar los premios de la lotería de Navidad, incluidos los bombos. Pero no llegó a cuajar el asunto.

Aire contenido

Ahora, los arquitectos de la Empresa Municipal de la Vivienda (EMV), convencidos de que la fuente no pega mucho ni con el diseño original de la plaza ni con el aire contenido, austero y sobrio del barrio de los Austrias, en el que está enclavada, han elaborado un nuevo proyecto para transformar el lugar por enésima vez.El plan consiste en el fondo en una especie de barrido: fuera la fuente, fuera el cagadero perruno, fuera los muretes de contención, fuera las escaleras, fuera una fila de coches, fuera, en fin, la estructura del suelo, diseñado en dos sectores. Lo que quedará será un plano liso y limpio que irá desde el jardín del palacio de Anglona hasta la capilla del Obispo. Lo único que permanecerá serán las elegantes acacias.

Para Eduardo Barceló, uno de los arquitectos responsables del proyecto, restringir el aparcamiento -que no el tráfico- en una de las aceras de la costanilla de San Andrés sólo escamoteará a los vecinos una veintena de sitios para los coches. El equipo de Sigfrido Herráez, concejal de Vivienda y director de la EMV, busca dónde colocar en la zona un aparcamiento subterráneo para residentes. Piensan en la zona situada justo debajo del viaducto, pero no hay riada seguro todavía.

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Ana Iglesias, directora de rehabilitación de la EMV, asegura que las obras comenzarán en julio. Cuentan con un presupuesto de 66 millones, del que la mayor parte se lo lleva la pavimentación, el enlosado y la colocación de los zócalos.

Cuenta Barceló que el actual entorno no pasa de ser un espacio confuso y poco acogedor, compuesto de una calle abierta al tráfico (la costanilla de San Andrés) y la plaza propiamente dicha, con adornos y elementos arquitectónicos abigarrados y fuera de lugar. "Si uno se pone al final de la plaza, no puede ver con nitidez qué hay al otro extremo debido a la infinidad de cosas con las que se topa entre medias", explica el arquitecto.

Además, los coches invaden a todas horas los lugares reservados casi exclusivamente a los peatones. Barceló apunta como solución a esto último la instalación de bolardos electrónicos, capacitados para subir y bajar cuando se les introduce una tarjeta.

Cuando todo termine, la plaza se convertirá sin duda en uno de los rincones más bellos de la ciudad. Las fachadas de las casas que la rodean han sido repintadas al estilo del siglo XVIII y XIX, con la luminosidad propia de unos artistas que no tenían miedo al azul, al amarillo o al rojo.

Quedan, sin embargo, algunos detalles empantanados por la burocracia y la dejadez. Al sur, la plaza limita, con una tapia de ladrillo de dos metros que encierra un jardín público al que sólo tienen acceso los propietarios de los pisos colindantes. En 1995, el Ayuntamiento aprobó que las puertas de este parque se abrieran para todos. Pero sigue siendo un recinto disfrutado sólo por unos pocos, que temen que la apertura de las puertas lleve consigo el destrozo.

Al norte, la capilla del Obispo lleva pendiente de restauración -y cerrada- 13 años. La Comunidad de Madrid, encargada del patrimonio artístico, y el Obispado, titular del monumento, no se han puesto de acuerdo sobre el uso del recinto ni han llegado a un convenio para destinar fondos para su reparación.

El proyecto de la EMV se anticipa a estos escollos burocráticos: el futuro trazado liso y amplio de la plaza enlazará los dos recintos, hasta ahora vedados a los madrileños.

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