Veinte días
En estos días se ha cumplido el vigésimo aniversario de la aparición de EL PAÍS. Estoy seguro de no caer en exageración si afirmo que esta publicación ha sido uno de los diversos factores que han contribuido a la civilización democrática de nuestro pueblo. La ponderación, la ecuanimidad, la jerarquización de las diversas noticias según su importancia intrínseca y no en razón del morbo o estremecimiento visceral que pudieran despertar. Todo ello, por supuesto, dentro de su característica tendencia progresista, pero sin caer en el fácil insulto, en la gratuita descalificación, en la vil injuria ...
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En estos días se ha cumplido el vigésimo aniversario de la aparición de EL PAÍS. Estoy seguro de no caer en exageración si afirmo que esta publicación ha sido uno de los diversos factores que han contribuido a la civilización democrática de nuestro pueblo. La ponderación, la ecuanimidad, la jerarquización de las diversas noticias según su importancia intrínseca y no en razón del morbo o estremecimiento visceral que pudieran despertar. Todo ello, por supuesto, dentro de su característica tendencia progresista, pero sin caer en el fácil insulto, en la gratuita descalificación, en la vil injuria o en el todo vale con tal de vender. Con duros, a veces durísimos, ataques a la acción gubernamental o de otros poderes del Estado si el caso llegaba. Afortunadamente, ahí están las hemerotecas para desmentir el calificativo de gubernamental que le atribuía desaforadamente cierto medio ultraconservador.Ahora, cuando comenzamos una singladura política de signo distinto al anterior, EL PAÍS me figuro que se siente cómodo, ya
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que, a diferencia de otros, seguirá serenamente su misma línea, sin transformismos, cómicas piruetas o forzadas posturas.
Con amarillismo, visceralidad, sensacionalismo se alcanzan quizá buenas tiradas. Hace ya muchos años que EL PAÍS ha superado a toda la competencia a fuerza de rigor, seriedad, buen hacer y credibilidad. ¡Enhorabuena!-