Tres 'okupas', acusados de matar a un hombre por un lugar donde dormir

El misterioso recorrido del cadáver de Francisco Martínez Poveda, de 43 años, cuyo cuerpo fue descubierto casualmente el 11 de abril en la incineradora de Valdemingómez momentos antes de ser quemado, ya tiene punto de partida. El camión de la basura lo recogió, envuelto entre plástico y alfombras, de un contenedor situado frente al edificio okupado de la calle de Navas del Rey, 12. Allí había sido tirado por tres okupas, quienes, según la policía, le asesinaron cuando el hombre, tras algunos días de ausencia, intentó recuperar el lugar donde habitualmente dormía.

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El misterioso recorrido del cadáver de Francisco Martínez Poveda, de 43 años, cuyo cuerpo fue descubierto casualmente el 11 de abril en la incineradora de Valdemingómez momentos antes de ser quemado, ya tiene punto de partida. El camión de la basura lo recogió, envuelto entre plástico y alfombras, de un contenedor situado frente al edificio okupado de la calle de Navas del Rey, 12. Allí había sido tirado por tres okupas, quienes, según la policía, le asesinaron cuando el hombre, tras algunos días de ausencia, intentó recuperar el lugar donde habitualmente dormía.

La reconstrucción policial de los últimos pasos de la víctima arranca a las nueve de la noche del pasado 10 de abril, cuando Francisco Martínez Poveda subía las escaleras del edificio. El hombre, cuya espalda llevaba tatuada una mujer desnuda con alas de mariposa, paró al llegar a la tercera planta. Allí estaba la habitación en la que solía pasar la noche. Cansado, se tumbó sobre un colchón y se durmió.

Poco después entró en el mismo cuarto Francisco Javier M. B., de 34 años. No dijo nada. Bajó al bar a por sus amigos Cándido G. M., de 32, y un hombre aún sin identificar. Según la policía, Francisco Javier consideraba suya la habitación.

Muerte en el sueño

Los tres amigos atacaron a Martínez Poveda mientras dormía. Le mataron, a tenor del informe policial, a golpes y puñaladas. Después envolvieron el cadáver en alfombras y plásticos y lo arrojaron al contenedor de basura. Cuando llegó el cuarto implicado -Juan Enrique C. G., de 38 años y 60 antecedentes policiales por robo-, decidieron guardar silencio.Horas después, un camión recogió la basura del contenedor y la llevó a 20 kilómetros, hasta Valdemingómez.

El contenido, de dos toneladas, quedó en las naves de procesado de residuos. Ya de mañana, cuando se iniciaba la clasifica ción de los desechos orgánicos previa a su combustión en los grandes hornos, un operario des cubrió sobre el montón de basura un bulto sospechoso: era el cadáver, cubierto de golpes.

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A escasos metros de la nave se hallaba en ese instante el concejal de Limpieza, Luis Molina, quien visitaba la instalación en compañía del responsable de residuos sólidos del Ayuntamiento, José Manuel Fontoira, y de una comisión autonómica de expertos de Medio Ambiente.

Entre los restos no se encontró ninguna documentación. El tatuaje y las huellas dactilares, sin embargo, permitieron la identificación. Con este dato se llegó al lugar de residencia.

La policía, entonces, inspeccionó el edificio de la calle de Navas del Rey. En la habitación de la tercera planta aún queda ban restos de sangre.

Tras diversas tomas de declaración, el pasado fin de semana, un okupa habló y un nuevo registro permitió descubrir las gafas de la víctima y un cuchillo con la hoja doblada.

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