Tribuna:

Ofertas de trabajo

Parece mentira, pero a lo más que se puede llegar en la vida en los aledaños del siglo XXI es a telefonista. Vean, si no: 12.000 personas compiten para obtener uno de los 10 puestos que saca a concurso la Comunidad. Un amigo mío intentaba disuadir a su hijo de que se hiciera astronauta, porque en la NASA hacen una selección muy rigurosa y entran uno de cada mil o así. Pero si lo piensas es más fácil viajar a la Luna que pilotar una centralita de la capital, así que he llamado a mi amigo para que le deje estudiar a su hijo lo que quiera. Antiguamente, las familias se resistían a que sus vástago...

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Parece mentira, pero a lo más que se puede llegar en la vida en los aledaños del siglo XXI es a telefonista. Vean, si no: 12.000 personas compiten para obtener uno de los 10 puestos que saca a concurso la Comunidad. Un amigo mío intentaba disuadir a su hijo de que se hiciera astronauta, porque en la NASA hacen una selección muy rigurosa y entran uno de cada mil o así. Pero si lo piensas es más fácil viajar a la Luna que pilotar una centralita de la capital, así que he llamado a mi amigo para que le deje estudiar a su hijo lo que quiera. Antiguamente, las familias se resistían a que sus vástagos se dedicaran al cine, al teatro, a la literatura o a la danza porque en estas profesiones era muy difícil salir adelante: de hecho, de cada 1.000 que emprendían una carrera de este tipo sólo uno o dos llegaban a vivir de ella. Si la vocación apretaba, el consejo era que hicieran una oposición para tener un trabajo seguro, y que dedicaran las tardes a la pasión artística.Hoy, todo eso está completamente invertido. Por ejemplo, en la tele, de cada 1.000 que se presentan triunfan 13 ó 14, mientras que en las oposiciones a telefonistas de cada 12.000 sólo pueden alcanzar el éxito 10. Un disparate. Por eso, los padres se equivocan al empeñarse en que sus hijos estudien esto o lo otro. Si lo de los teléfonos está como está, imaginen lo difícil que tiene que ser obtener una plaza de físico nuclear, de abogado del Estado o de jefe de ventas en la Coca-Cola. Así que ahora lo sensato es aconsejar a los hijos que se dediquen al cante, al baile, o a la literatura, al objeto de garantizarse unos ingresos mínimos, y dedicar el tiempo libre a estudiar para telefonista, si es que ésa es su verdadera vocación.

En cualquier caso, como hay gente rara, que no se realiza pasando llamadas todo el rato, la Comunidad ha ofrecido también 433 plazas de auxiliar administrativo a las que sólo se presentarán 40.000 opositores. Esta convocatoria es un chollo, no ya por la ventajosa proporción existente entre la oferta y la demanda, sino porque auxiliar administrativo, en el escalafón, es mucho más que telefonista. Decíamos antes que a lo más que se podía llegar a la vida en estos momentos es a pilotar una centralita de teléfonos, pero ya vamos viendo que no: hay, por fortuna, otras posibilidades que se abren con generosidad a los jóvenes que tratan de incorporarse con ilusión al mercado de trabajo madrileño. Lo que han de hacer estos muchachos y muchachas es no desanimarse. Una estrategia razonable consistiría, por ejemplo, en hacerse astronauta en EE UU (ya hemos visto que está chupado), y desde esa posición, que les garantizaría un salario seguro, ponerse a estudiar para administrativo de la Comunidad, que es el sueño lógico de cualquiera que acaba la carrera de Medicina, de ingeniero, o de perito agrícola (ahí están esos 40.000 opositores para demostrarlo).

En cualquier caso, si uno no ha logrado colocarse de astronauta en Houston (que ya hay que ser torpe), ni de telefonista o auxiliar administrativo en Madrid, y además no está dotado para el cante, el baile o la literatura, siempre puede dar el salto a la mendicidad. Es cierto que ahora no está muy bien vista por un prejuicio antiguo, según el cual para llegar al semáforo hay que pasar antes por el proletariado. Por fortuna, también en eso las cosas tienden a cambiar: ahora hay mucha gente que pasa directamente de la clase media a la esquina. Lo que sucede es que no logramos desprendernos de ese modelo antiguo según el cual los hijos tienen que ser más que los padres. Eso ya no es así. Lo importante es que la gente se realice, y dado que no todos podemos ser telefonistas ni auxiliares administrativos, lo lógico es que se vayan abriendo otras salidas acordes con el temperamento liberal de este fin de siglo. La mendicidad es una de ellas. Yo, si estuviera en el pellejo de muchos jóvenes sin horizonte, la abrazaría entusiasmado antes de que exijan una oposición para pedir en la calle. Claro que siempre puede uno dedicarse al cine o la televisión, al objeto de tener unos ingresos fijos, y en las horas libres estudiar para pobre. Lo malo es que lo mismo luego se presentan 10.000 personas para 10 plazas y estamos como al principio. Por eso hay que correr hacia la indigencia antes de que ella te elija.

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