Editorial:

Se va Carlsson

EL CONGRESO extraordinario del Partido Obrero Socialdemócrata de Suecia, que fue clausurado el domingo, marcó un fin y un comienzo. No se ha producido sólo un cambio de líderes. A partir de nuevas realidades, no siempre favorables, tendrán. que elaborar un modelo que haga de síntesis entre las aspiraciones de los llamados, a su pesar, tradicionalistas y renovadores.El retiro voluntario de Ingvar Carlsson, a los 61 anos, supone la salida de la escena política del último representante de la generación de "los muchachos de Erlander", en alusión al grupo de jóvenes que el primer ministro Tage Erla...

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EL CONGRESO extraordinario del Partido Obrero Socialdemócrata de Suecia, que fue clausurado el domingo, marcó un fin y un comienzo. No se ha producido sólo un cambio de líderes. A partir de nuevas realidades, no siempre favorables, tendrán. que elaborar un modelo que haga de síntesis entre las aspiraciones de los llamados, a su pesar, tradicionalistas y renovadores.El retiro voluntario de Ingvar Carlsson, a los 61 anos, supone la salida de la escena política del último representante de la generación de "los muchachos de Erlander", en alusión al grupo de jóvenes que el primer ministro Tage Erlander incorporó a su entorno de Gobierno en los años cincuenta y sesenta. Casi todos, con la excepción de Olof Palme, procedían de hogares obreros de la llamada Suecia' pobre. Carlsson fue uno de ellos. Vivió y fue protagonista del milagro de la transformación que en menos de un siglo hizo de Suecia uno de los países de mayor bienestar de la Tierra. Esa transformación se hizo en el marco de una economía de mercado, pero con unos conceptos de redistribución de la riqueza y solidaridad sin parangón entre los Estados democráticos europeos.

Tres componentes esenciales dieron base al famoso modelo sueco: la armonía entre los actores del mercado laboral, trabajadores y empresarios, y entre éstos y el Estado; y una amplia red de servicios públicos destinados a asegurar el bienestar de los individuos. El proceso, dirigido por estos socialdemócratas, impregnó a la sociedad sueca de un estilo en el que los sentimientos democráticos, de justicia y de solidaridad -de corresponsabilidad cívica- pasaron a formar parte consustancial de la conducta de sus habitantes.

A comienzos de los ochenta, el modelo entró en crisis y la crispación social y el escepticismo ocuparon gradualmente el lugar de la armonía y la creencia en la vigencia ilimitada del modelo. Varios factores contribuyeron a ello. La poderosa asociación de empresarios (SAP), que había sido uno de los pilares en la construcción del modelo, fue una de las primeras fuerzas en en atender que había llegado la hora del cambio. Un congreso de esta asociación celebrado en 1980 ya estuvo fuertemente marcado por las corrientes neoliberales de la época. Simultáneamente, los líderes del partido conservador denunciaron lo que denominaron las perversiones del sistema sueco. El sector público representaba el 60% del PIB, mientras la iniciativa privada languidecía o buscaba refugio fiscal fuera del país y el fenómeno del abuso de la red social había adquirido dimensiones ya simplemente no financiables. El entonces líder del partido conservador, Gösta Bohman, llamó, sostuvo que hacía falta "una revuelta liberal" y propuso la reducción de los impuestos que habían financiado hasta entonces el modelo.

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El congreso socialdemócrata clausurado el domingo debe redefinir la estrategia del partido. Diseñar un nuevo modelo que, aun preservando ciertos valores, asimile nuevos elementos que lo hagan viable. Política salarial, tiempo de la jornada de trabajo, subsidios, prestaciones sociales, relaciones con Europa, deberán redefinirse o clarificarse. El partido logró revalidar su unidad en el congreso, pese a la evidencia de las serias divergencias intemas sobre retos y soluciones. Al mismo tiempo, el congreso demostró que existe en el partido una nueva generación de militantes activos frente a la desmovilización registrada en los pasados tres lustros. Ése será el mejor capital del nuevo primer ministro, Göran Persson, para afrontar los problemas de la socialdemocracia en una sociedad industrial del siglo XXI.

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