Carreras sin salida

80 presos de Soto seunen para mejorar sus condiciones de estudios

Sobre la mesa hay un solo ordenador. Y ocho alumnos que estudian la carrera de Informática entre las rejas de la cárcel de Soto del Real. La computadora de la marca IBM, le costó a su propietario, José María Martín, de 36 años y en prisión, desde hace tres, 200.000 pesetas. No tuvo otro remedio que invertir un dinero prestado para sacar provecho de su condena. Y decidió matricularse, gratis por estar en la cárcel, en Informática por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). "Siempre me ha llamado la atención esta carrera, pero difícilmente un estudiante: puede motivarse sin un o...

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Sobre la mesa hay un solo ordenador. Y ocho alumnos que estudian la carrera de Informática entre las rejas de la cárcel de Soto del Real. La computadora de la marca IBM, le costó a su propietario, José María Martín, de 36 años y en prisión, desde hace tres, 200.000 pesetas. No tuvo otro remedio que invertir un dinero prestado para sacar provecho de su condena. Y decidió matricularse, gratis por estar en la cárcel, en Informática por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). "Siempre me ha llamado la atención esta carrera, pero difícilmente un estudiante: puede motivarse sin un ordenador. Y aquí en la cárcel no tenemos medios", cuenta este hombre en un descanso. Estudia ocho horas diarias frente a la pantalla, que protege del polvo con un trapo de cocina.Ésta y otras muchas quejas han unido a los 80 reclusos universitarios del penal de Soto del Real (con 1.200 internos) en la Asociación Cultural Contrastes de Estudiantes en Prisión. Su presidente, Joaquín Villalón, infunde respeto entre sus compañeros. Lleva corbata, raya en el pantalón de franela color gris y zapatos con borlas. Tiene 40 años, estudia Económicas y cumple condena por homicidio. Le queda un año para recobrar la libertad, pero antes quiere convertir el módulo 10, donde conviven aquellos que cursan estudios, en un colegio mayor.

"Queremos crear una pequeña sociedad dentro de la prisión, que se organicen conferencias, actividades culturales. En definitiva, queremos intentar superar los fracasos del pasado. Y conseguir a través del estudio, partir de cero. Pero no es fácil, porque a la sociedad no le preocupa el estado en el que salimos otra vez a la calle", explica en la sala de estudio. Después enumera una retahíla de proyectos: "Necesitamos una impresora y una fotocopiadora, generar ingresos para el sustento de la asociación, material de papelería, iniciar contactos con otras asociaciones de estudiantes, aumento de las tutorías, optimizar el préstamo del material de la biblioteca, adquirir medios de apoyo a los estudios y que la asociación disponga de un espacio propio".

Sus compañeros asienten con la cabeza. Uno de ellos, Juan Carlos Martínez, de 36 años, el Mario Conde del grupo, en el curso de acceso a Empresariales y encargado de las finanzas de la asociación, ofrece café. "Y lo apunto en gastos de protocolo. Justificamos hasta la última peseta. Tenemos pocos recursos, pero somos honrados", dice. Cada socio, hasta ahora 43, aporta 200 pesetas mensuales. "Dan para poco. Hemos comprado los libros de las cuentas y algo de material", detalla Juan Carlos, al que le quedan 30 años de condena y mucho por hacer: "Aquí todo es a golpe de codo. No hay profesores, y si tenernos algún problema lo consultamos entre nosotros o por correo". A lo que se niegan es a emplear los cinco minutos de teléfono permitido a la semana para despejar dudas.

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