Editorial:

Contra la impunidad

ES BUENO que suceda, pese a todos sus riesgos. En ocasiones, ésta es una de ellas, la justicia, o al menos cierta coherencia con los principios que rigen la vida en los Estados civilizados de derecho, exige un pulso con las tentaciones acomodaticias. En este país sabemos ya que no hay atajos en la lucha contra el crimen. En Bosnia tampoco los hay. Por eso, la detención de dos oficiales serbobosnios por las autoridades del Gobierno de Sarajevo, y su entrega posterior al Tribunal Internacional de La Haya es la primera gran prueba de que los crímenes contra la humanidad cometidos en la ex Yugosla...

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ES BUENO que suceda, pese a todos sus riesgos. En ocasiones, ésta es una de ellas, la justicia, o al menos cierta coherencia con los principios que rigen la vida en los Estados civilizados de derecho, exige un pulso con las tentaciones acomodaticias. En este país sabemos ya que no hay atajos en la lucha contra el crimen. En Bosnia tampoco los hay. Por eso, la detención de dos oficiales serbobosnios por las autoridades del Gobierno de Sarajevo, y su entrega posterior al Tribunal Internacional de La Haya es la primera gran prueba de que los crímenes contra la humanidad cometidos en la ex Yugoslavia no van a quedar impunes. El general Djordje Djukic y el coronel Aleksa Krsmanovic, los primeros extraditados por estos hechos, esperan en una cárcel de alta seguridad de Holanda que la fiscalía que dirige el surafricano Richard Goldstone prepare la acusación contra ellos. Como era imaginable, la respuesta de la facción serbobosnia de Pale ha sido suspender su cooperación con el proceso de paz.Desde el establecimiento del alto el fuego y la aprobación de los acuerdos de Dayton, la población de Bosnia y la comunidad internacional estaban desgarradas por una doble necesidad: la inmediata, es decir, consolidar el cese de las hostilidades, para lo cual se precisa la cooperación de Pale; la otra, estratégica, es lograr que el mayor número de presuntos criminales de guerra, entre los que se encuentran los supremos dirigentes políticos y militares de Pale, comparezcan ante el Tribunal de La Haya. Dayton no resolvía esa ecuación. La captura, fruto del azar, del general Djukic y el coronel Krsmanovic ha empezado a hacerlo.

Los oficiales serbobosnios fueron capturados por el Gobierno de Sarajevo y trasladados a una prisión de esa ciudad. Cabía la posibilidad de que el presidente Alia Izetbegovic y los suyos cayeran en la tentación de juzgarlos por su cuenta -y fusilarlos por ley de guerra-, pero la entrega a las fuerzas de la Ifor y su extradición a Holanda no sólo elimina el riesgo de una venganza: deja el caso en manos de la autoridad judicial puesta en pie por la comunidad internacional y demuestra, una vez más, que también en los Balcanes hay diferencias morales entre los contendientes.

Este fin de semana, los presidentes de Bosnia, Croacia y Serbia, convocados por la presidencia italiana de la Unión Europea, deben discutir en Roma con europeos y norteamericanos cómo revitalizar el proceso de paz de Dayton, puesto en cuestión por los serbobosnios desde la detención de sus dos oficiales y por los croatas con su intolerable insistencia en la separación étnica en Mostar. Entretanto, es positivo que la vida se les haga cada vez más dura a todos aquellos que durante tres años y medio se dedicaron a resucitar en Europa el concepto racista de limpieza étnica y a ponerlo en aplicación mediante el asesinato colectivo de civiles. También se les aproxima a los presidentes de Serbia, Slobodan Milosevic, y de Croacia, Franjo Tudjman, la hora de la verdad. Es probable y deseable que llegue el momento en que, para poder seguir interpretando el papel de pacificadores o de meros estadistas medianamente respetables, Milosevic y Tudjman tengan que entregar a sus ahijados al brazo de la justicia internacional. Para el futuro de Europa es muy importante que la tragedia bosnia no acabe en una larga historia de crímenes impunes que se olvidan por pereza o insensatez.

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