John Major, de nuevo en la cuerda floja

La paz ha sido corta. Seis meses después de su sólido triunfo en la batalla por el liderazgo tory, el primer ministro británico, John Major, se enfrenta de nuevo a una creciente marca de descontento en su partido. La pasada semana, en vísperas de su decisión de publicar un Libro Blanco con la postura británica sobre la conferencia europea para revisar el Tratado de Maastricht, la prensa anunciaba la existencia de una conjura tory para desbancar a Major. Ayer, un dominical aseguraba que el único salvavidas para el primer ministro sería un urgente reajuste ministerial.

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La paz ha sido corta. Seis meses después de su sólido triunfo en la batalla por el liderazgo tory, el primer ministro británico, John Major, se enfrenta de nuevo a una creciente marca de descontento en su partido. La pasada semana, en vísperas de su decisión de publicar un Libro Blanco con la postura británica sobre la conferencia europea para revisar el Tratado de Maastricht, la prensa anunciaba la existencia de una conjura tory para desbancar a Major. Ayer, un dominical aseguraba que el único salvavidas para el primer ministro sería un urgente reajuste ministerial.

De acuerdo con The Sunday Times, la alternativa de retocar un poco el Gabinete es la única que le queda a Major para mantenerse al frente de la nave tory hasta las elecciones generales, previstas, en principio, para mayo de 1997, Defenestrar a algunos ministros demasiado vistos -como el de Medio Ambiente, John Gummer, o la de Cultura, Virginia Bottomley- podría ser el mejor antídoto contra el descontento general. La perspectiva de nuevas y masivas pérdidas tories en las próximas elecciones municipales de mayo -se calcula que alrededor de 800 municipios caerán en manos enemigas- ha atizado el fuego de la reforma.El mismo panorama sombrío ha alimentado supuestamente la conspiración de diputados contra el primer ministro, anunciada días antes en el diario Financial Times. -"Tonterías", contestó Major cuando los periodistas le preguntaron sobre la veracidad de los rumores que hablaban de un golpe incruento para acabar con su reinado antes de tiempo.

De las filas de la ejecutiva del Comité 1922, que agrupa al grueso de los diputados conservadores, se alzaron también voces que negaban estos rumores. No era cierto, dijeron, que un sector de los parlamentarios tories estuviera preparando la sustitución de Major por su número dos, el eterno delfín Michael Heseltine.

En julio del año pasado, el primer ministro británico demostró a todos sus críticos que, detrás de su apariencia vulgar, de su inexistente carisma e indefinición de ideas, se escondía un tipo ambicioso y difícil de defenestrar. Su osada apuesta -ganada con aceptable holgura frente a un impopular John Redwood, ex ministro para Gales- le permitió controlar las riendas del partido con relativo éxito.

Aceptando el riesgo de perder en julio, se ahorró el suplicio de todos los noviembres cuando, tras el comienzo del curso parlamentario, el partido conservador pasa revista a su líder y se plantea la posibilidad de sacrificarlo o no.

Sin embargo, la felicidad ha durado poco. Major tuvo un amargo regalo de Navidad: la deserción de la diputada y ex vicepresidenta Emma Nicholson, que se pasó con armas y bagages al Partido Liberal Demócrata. A la humillación causada por esta deserción hubo que sumar los efectos numéricos de la derrota. La débil mayoría parlamentaria conservadora pasaba a situarse entre tres y cuatro diputados, según se contabilizase o no al rebelde Richard Body como un miembro más de los tories en los Comunes.

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Disciplina de partido

A partir de ahí, los encargados de mantener la disciplina en el partido iniciaron gestiones para ganarse de nuevo la confianza de Body, un euroescéptico que abandonó hace más de un año el grupo parlamentario decepcionado por la política pesquera del Gobierno.

Sin embargo, ni siquiera la tarea aparentemente sencilla de hacer regresar al hijo pródigo al seno del partido ha sido fácil para los tories. Tras una tormentosa comida con Alastair Goodland, responsable de la disciplina interna en las filas conservadoras, Richard Body aceptó el regreso desdeñosamente, comprometiendo su voto sólo "temporalmente".

De aquí al 2 de mayo, fecha de las elecciones municipales, al primer ministro británico le espera un camino tortuoso plagado de rumores y críticas, pero todo apunta a que, a partir del día 2, empezará su verdadero calvario.

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