¿Cómo contárselo a los niños?

La psicóloga clínica Angeles Toharia dice que lo que más asusta a los niños es el no saber. "No hay que tener miedo a contárselo. Al explicar una muerte a un niño, no hay que escatimar las clarificaciones y detalles".Toharia va a lo concreto, contando un ejemplo muy cercano, para demostrar que lo críptico les puede sumir en la confusión más tormentosa: "Cuando tenía casi seis años, de repente mi hijo se negó a seguir tocando el piano, hasta que conseguimos que nos explicase qué había pasado. Su hermana mayor le había estado hablando de la vida de Chopin. Él inmediatamente asoció que tocar el p...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La psicóloga clínica Angeles Toharia dice que lo que más asusta a los niños es el no saber. "No hay que tener miedo a contárselo. Al explicar una muerte a un niño, no hay que escatimar las clarificaciones y detalles".Toharia va a lo concreto, contando un ejemplo muy cercano, para demostrar que lo críptico les puede sumir en la confusión más tormentosa: "Cuando tenía casi seis años, de repente mi hijo se negó a seguir tocando el piano, hasta que conseguimos que nos explicase qué había pasado. Su hermana mayor le había estado hablando de la vida de Chopin. Él inmediatamente asoció que tocar el piano implicaba enfermar y morir".

Pero esta psicóloga española también reconoce que algunos detalles pueden resultarles odiosos: "Cuando mi hija supo que el abuelo muerto estaba hecho cenizas y metido en una urna, se puso furiosa y llorando nos dijo: 'Pobre abuelo, encima vais vosotros y le matáis otra vez quemándole'. Pero, en general, he observado que la adaptación a la pérdida es más difícil y complicada en un niño cuando los hechos y datos objetivos se disfrazan u omiten".

Más información

Escuchar y hablar

Y añade: "A toda edad hay que dar a los niños la opción de participar y acompañar en todos los ritos y ceremonias, en todas las reuniones familiares. Son ellos los que pueden decidir cuando algo les agobia o les harta o aburre. A los niños, en general, y sobre todo en una situación de duelo, hay que escucharles y hablarles, no tratar de protegerles poniéndoles simplemente de lado. Hay que dedicarles tiempo y atención, e incluirles en nuestra vida siempre que sea posible. Nuestro dolor nunca puede dañarles tanto como nuestra ausencia, ni nuestro mal humor tanto como nuestra indiferencia".

Termina Toharia explicando que los más pequeños -los de la edad prelógica, o mágica- tienen sus propios mecanismos de defensa frente a la angustia que les provoca la muerte: "Crean fantasías sobre su propia inviolabilidad e invulnerabilidad, o se hacen acompañar de algún ser poderoso que les protege".

Archivado En