Tribuna:

'Sevilandia'

¿Aznar va a Sevilla a explicar la realidad catalana, la realidad catalana según el PP? Sería ridículo. Ese análisis pertenece a la realidad premediática: mero anacronismo. Aznar va a Sevilla para que lo sepan los catalanes de origen andaluz, para que lo vean allí. Una cuestión de consumo interno. Aznar, como diría Vidal-Quadras -como cualquier día acabará diciéndolo este hombre tan inteligente- pretende secuestrar sentimentalmente a esos catalanes. Aznar se muestra ejerciendo su oficio de político en Sevilla -luna de azahar, dama de noche, todo eso-, en Sevilla, el paraíso perdido de mi...

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¿Aznar va a Sevilla a explicar la realidad catalana, la realidad catalana según el PP? Sería ridículo. Ese análisis pertenece a la realidad premediática: mero anacronismo. Aznar va a Sevilla para que lo sepan los catalanes de origen andaluz, para que lo vean allí. Una cuestión de consumo interno. Aznar, como diría Vidal-Quadras -como cualquier día acabará diciéndolo este hombre tan inteligente- pretende secuestrar sentimentalmente a esos catalanes. Aznar se muestra ejerciendo su oficio de político en Sevilla -luna de azahar, dama de noche, todo eso-, en Sevilla, el paraíso perdido de miles de catalanes. Su mensaje subliminal -tan por debajo de lo liminal que hay pocas posibilidades de que lo haya previsto- es éste y es peligroso: "Ustedes, andaluces en Cataluña, son gente de aquí, de esta luna y de esta dama de noche". Nacionalismo en bruto, es decir brutal. Con todos los ingredientes: mítico paraíso perdido, transversalidad ideológica o de clase en la apelación al votante, primacía, en fin, del territorio -aunque sea de un territorio imaginario- sobre las personas... Aquí somos muy expertos en todo ello: Aznar aplica la misma lógica territorial por la que Solsona declara persona non grata a Vidal-Quadras -prohibición simbólica de acceder al territorio sagrado- o la de Convergència cuando, sin pudor ninguno, titula Catalunya mítin su acto de fin de campaña.Que el paraíso perdido se erija en un lugar aparentemente detectable, es decir, en un plató televisivo o radiofónico, supone un salto cualitativo muy importante en la irracional estrategia del nacionalismo. Supone hablar a toda una gente desde un lugar idealizado que nada tiene que ver con su realidad, con sus ambiciones, con sus necesidades, con sus emergencias cotidianas. Desde un lugar donde sólo anidan la estafa sentimental y el simulacro.

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