GUERRA EN LOS BALCANES

Pánico colectivo en Banja Luka

Los habitantes de la principal ciudad serbia de Bosnia dudan entre huir y perder sus hogares o quedarse y arriesgarse a morir

ENVIADO ESPECIALLa avalancha de miles de refugiados procedentes del noroeste de Bosnia no es la única amenaza que se cierne sobre el bastión serbio de Banja Luka. Las fuerzas croatas y del ejército bosnio, de mayoría musulmana, continúan su avance y están a punto de conquistar Prijedor, donde se hacinan buena parte de los desplazados llegados estos días. La toma de esta ciudad, además de poner en serio peligro la vida de aquellos fugitivos, colocaría a Banja Luka al alcance de la artillería croata y musulmana. Decenas de autobuses y camiones con soldados serbios de la antigua Krajina -recl...

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ENVIADO ESPECIALLa avalancha de miles de refugiados procedentes del noroeste de Bosnia no es la única amenaza que se cierne sobre el bastión serbio de Banja Luka. Las fuerzas croatas y del ejército bosnio, de mayoría musulmana, continúan su avance y están a punto de conquistar Prijedor, donde se hacinan buena parte de los desplazados llegados estos días. La toma de esta ciudad, además de poner en serio peligro la vida de aquellos fugitivos, colocaría a Banja Luka al alcance de la artillería croata y musulmana. Decenas de autobuses y camiones con soldados serbios de la antigua Krajina -reclutados a la fuerza en Serbia- se dirigían el fin de semana hacia Banja Luka por la carretera del corredor de Posavina.

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Las autoridades serbobosnias luchan desesperadamente por controlar la situación a pesar de no contar con medios para afrontar un éxodo de proporciones gigantescas. Las reservas dé las organizaciones humanitarias están bajo mínimos, ya que, a causa de los bombardeos de la OTAN, no llegan suministros. El primer convoy humanitario del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) cruzó la frontera entre Serbia y Bosnia el sábado por la tarde. Croacia impide el tránsito de los convoyes hacia Banja Luka a través de su territorio.

La máxima preocupación de los gobernantes ha sido evitar la difusión de lo que ocurre en la región de Banja Luka, cerrada a la prensa extranjera. Ningún periodista extranjero, a excepción del enviado de El PAÍS, ha llegado desde el comienzo de la crisis. Los escasos serbios mantienen estrecha relación con los militares locales, y algunos vistén uniforme. El recelo y hostilidad, a veces, hacia los occidentales es palpable tras los bombardeos de la OTAN, y en más de una ocasión este enviado ha tenido que aguantar reproches por la participación de aviones españoles en los ataques de la OTAN.

Es difícil evitar el pánico colectivo cuando proliferan los rumores y escasea la información fidedigna. Las largas columnas de refugiados hielan la sangre. "Estas imágenes no las podré olvidar en mi vida, nunca imaginé que en mi país ocurriría esto", se lamenta Danica, vecina de Banja Luka que no sabe si irse o quedarse. Los refugiados no quieren moverse de Banja Luka o sus alrededores. Prefieren pasar estos días en sus carromatos junto a las carreteras de acceso a la ciudad que ser enviados a Sanski Most, Prijedor o cualquier otra zona que en cuestión de horas o días puede ser un campo de batalla. Los habitantes de Banja Luka se debaten entre el miedo a quedarse y el temor a perder su casa en caso de marcharse. En una situación desesperada, algunos refugiados pueden lanzarse a ocupar casas, como ya ocurrió cuando se produjo el éxodo de desplazados de Grahovo y Glamoc. Por si acaso, el Gobierno de la autoproclamada República Serbia (RS) de Bosnia ha prohibido, la salida del territorio a todos los ciudadanos de la RS.

Los refugiados no se irán fácilmente porque además ya no confían en nada ni en nadie. Al igual que los numerosos combatientes que se mezclan entre las columnas de desplazados. Recibieron la orden de retirada y todavía no entienden por qué. Hasta hace cuatro días pertenecían al glorioso ejército serbio, fuerte, invencible y victorioso. Muchos salieron de Jajce, Bosanski Petrovac, Drvar, Kljuc o Donji Vakuf con su familia como un refugiado más. No tienen adónde ir. Sólo les queda un uniforme, un fusil y la moral por los suelos. Que no les hablen de volver al frente. Se sienten traicionados por sus líderes Karadzic o Milosevic. Muchos refugiados llegan a Banja Luka en condiciones pésimas, según el comisionado de la RS, Slobodan Ecimovic. "Cada día hay' algún inuerto", dice, y llama la atención sobre las bajas en los combates en Jajce y el monte, Ozren; allí, asegura, hay muchos civiles y militares que están totalmente rodeados por las fuerzas croatas y musulmanas. "No creo que sobrevivan", apunta Ecimovic.

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En el bando serbobosnio, Banja Luka ha mantenido desde el comienzo de la guerra una gran rivalidad con Pale, sede del Gobierno y el Parlamento. Ha representado en el conjunto de la república serbia la contestación al poder frente a la pasividad de Bijeljina o las otras ciudades importantes. La región de Banja Luka es la más rica de la RS. Por esta y otras razones, el líder serbobosnio Radovan Karadzic, aunque tiene su residencia en Pale, viene muy a menudo para cuidar una popularidad que mantenía hasta fecha reciente.

La avalancha de refugiados y los reveses en el campo de batalla han provocado un gran nerviosismo entre la cúpula dirigente de Banja Luka, donde conviven la mafia (que se ha enriquecido gracias a la guerra bajo el paraguas del Partido Demócrata Serbio (SDS) de Karadzic), militares y matones -la guardia personal de Karadzic, entre ellosque frecuentan el hotel Bosna.

Los intelectuales croatas, musulmanes y serbios de Banja Luka se han ido de la ciudad. porque no aguantaban el clima irrespirable impuesto por el fanatismo nacionalista y, encima, militarizado. La población croata y musulmana, que antes de la guerra sumaba el 30%, ha sido diezmada en sucesivas expulsiones decretadas oficialmente, o por los ataques de incontrolados. Muchos croatas y musulmanes decidieron quedarse en la ciudad proclamando su lealtad a las autoridades serbias, pero estas no han hecho nada para protegerlos. A partir de 1992 todas las empresas de Banja Luka fueron obligadas a tener un mínimo del 80% de trabajadores serbios en plantilla, cifra que más tarde aumentó al 95%. No queda ninguna mezquita en pie en Banja Luka y las iglesias católicas han sido reducidas a bombazos.

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