Cartas al director

Un puesto para poder vivir

Somos una familia de artesanos, hacemos juguetes de madera y pretendemos seguir viviendo de nuestra artesanía, que hemos vendido durante años en un puesto del Rastro; trabajamos a lo largo de la semana con la esperanza de venderlos en el Rastro. Precios sencillos; mi marido y yo nos sentíamos compensados con la sonrisa del niño, que adquiría nuestros juguetes, más, que por las monedas que nos entregaban a cambio.

No nos importó nunca la próductividad ni el coste de la hora; mi marido y yo éramos felices con lo que hacíamos. No entendíamos de casi nada; hemos pretendido vivir del trabaj...

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Somos una familia de artesanos, hacemos juguetes de madera y pretendemos seguir viviendo de nuestra artesanía, que hemos vendido durante años en un puesto del Rastro; trabajamos a lo largo de la semana con la esperanza de venderlos en el Rastro. Precios sencillos; mi marido y yo nos sentíamos compensados con la sonrisa del niño, que adquiría nuestros juguetes, más, que por las monedas que nos entregaban a cambio.

No nos importó nunca la próductividad ni el coste de la hora; mi marido y yo éramos felices con lo que hacíamos. No entendíamos de casi nada; hemos pretendido vivir del trabajo de nuestras manos y de nuestra imaginación, con nuestro puesto, del que mi marido era titular.

Mi marido fallece inesperadamente el 20 de octubre de 1994. Un infarto se lo llevó. Tengo dos hijos y debo sobrevivir; tengo que sobrevivir y educar a mis hijos.

Me conceden una pensión; con la orfandad de mis hijos, no supera las 65.000 pesetas mensuales. No sé de casi nada, pero sí quiero y debo saber ser cabeza de familia.

Puedo seguir trabajando, pero no puedo vender; las ordenanzas municipales no permiten que se me traspase la titularidad de la licencia del puesto, del que era titular mi marido.

El 14 de noviembre de 1994 dirijo, solicitando el cambio de titularidad, una instancia al ilustrísimo señor presidente de la Junta Municipal del Distrito Centro.

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Ignoro (sí, ignoto tantas cosas) si es del PP, del PSOE, o es independiente; lo que sí sé es que no tengo respuesta, ninguna respuesta; entiendo que una humilde artesana y viuda no merece se le dediquen unos minutos para responder a su instancia, no debo de tener ningún derecho; yo no quiero derechos, sólo quiero educar a mis hijos.

El 17 de febrero de 1995 envío otra instancia a la ilustrísima señora doña Antonia Suárez. Tonta de mi, qué esperaba, no hay respuesta. ¡Soy tan poca cosa! Pero para mis hijos soy su madre y su única esperanza, no se qué explicarles. Acudo a portavoces de otros partidos, no sé si del poder o de la oposición, pero están muy ocupados, y yo sólo soy un voto y algunas veces lo único que me preocupa es poder dar de comer a mis hijos y se me olvida votar.

Por eso acudo a usted. Soy consciente de sus muchas ocupaciones, perdóneme, no he encontrado a nadie que me dé una solución; le ruego que, si es posible, alguno de sus colaboradores me dedique unos minutos para saber qué puedo hacen.-

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