El portavoz del PSOE se llama 'Lissavietzky'

El portavoz socialista que se enfrentó ayer a la figura en alza de Alberto Ruiz-Gallardón fue Jaime Lissavetzky, ex consejero de Educación y Cultura de Joaquín Leguina y actual secretario general de la Federación Socialista Madrileña. No fue un papel fácil. Él, mismo lo admitió y le costó soltarse. Para facilitarse las cosas recurrió al humor. Aprovechó un lapsus de Ruiz-Gallardón, que había pronunciado su primer apellido con una i latina intercalada ("Lissavietzky") para agradecerle el detalle de emplear apropiadamente el cirílico de su ascendencia rusa.

Lissavetzky empezó por piro...

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El portavoz socialista que se enfrentó ayer a la figura en alza de Alberto Ruiz-Gallardón fue Jaime Lissavetzky, ex consejero de Educación y Cultura de Joaquín Leguina y actual secretario general de la Federación Socialista Madrileña. No fue un papel fácil. Él, mismo lo admitió y le costó soltarse. Para facilitarse las cosas recurrió al humor. Aprovechó un lapsus de Ruiz-Gallardón, que había pronunciado su primer apellido con una i latina intercalada ("Lissavietzky") para agradecerle el detalle de emplear apropiadamente el cirílico de su ascendencia rusa.

Lissavetzky empezó por piropear al ya ex presidente. "No se concibe visualizar la Comunidad sin remitirnos a Leguina, un político de izquierdas, intelectual crítico y dirigente socialista". Aplausos en el PSOE. Luego denominó a Ruiz-Gallardón el "modernizómetro"; se comprometió a reflexionar sobre la propuesta de abrir las listas electorales, pero no a dividir las circunscripciones; prometió una oposición "firme, decidida, responsable y rigurosa" y catalogó la exposición de investidura del nuevo presidente regional como "ideológicamente contradictoria, políticamente regresiva y socialmente preocupante". Y le planteó al menos 57 preguntas concretas para conocer su comportamiento.

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Lissavetzky denunció que muchas inversiones que Ruiz-Gallardón promete piensa hacerlas con dinero ajeno o de convenios suscritos por el Gobierno saliente. Acabó con un consejo: "No se enamore usted de sus argumentos".

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