Cartas al director

Falsa imputación

En dos ocasiones durante los últimos días las páginas de su periódico recogen una historia en la que aparezco explícitamente nombrado y juzgado desfavorablemente. Me refiero a una columna firmada por Peru Egurbide, publicada en el número de Babelia correspondiente al 17 de junio, y a una carta de Eduardo Arroyo publicada en la edición del 23 de junio de EL PAÍS, aportando, según dice, "una precisión" (aunque no entiendo bien qué precisa; más bien parece un desahogo).En definitiva parece que se me imputa, como miembro del jurado de la Bienal de Venecia, una actuación maliciosa con la cual habrí...

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En dos ocasiones durante los últimos días las páginas de su periódico recogen una historia en la que aparezco explícitamente nombrado y juzgado desfavorablemente. Me refiero a una columna firmada por Peru Egurbide, publicada en el número de Babelia correspondiente al 17 de junio, y a una carta de Eduardo Arroyo publicada en la edición del 23 de junio de EL PAÍS, aportando, según dice, "una precisión" (aunque no entiendo bien qué precisa; más bien parece un desahogo).En definitiva parece que se me imputa, como miembro del jurado de la Bienal de Venecia, una actuación maliciosa con la cual habría frustrado las expectativas de los artistas representados en el pabellón español impidiendo que obtuvieran un premio.

Quisiera dejar claro que la imputación es falsa. Lamento tener que decir que dichos artistas no fueron propuestos por ningún otro miembro del jurado, y que, por tanto, no tuve oportunidad de oponerme a esa supuesta propuesta.

Mis opiniones críticas respecto de las obras de Andreu Alfaro y Eduardo Arroyo no son ningún secreto. Han sido publicadas en varios textos, alguno de ellos reciente. También es pública y notoria mi antigua amistad por ellos. Aunque, como puede verse en la carta de Eduardo Arroyo, hay amistades que resisten mal el envejecimiento. Paciencia.

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La historia deberá ser, para quienes conozcan un poco el escenario del arte español contemporáneo, bastante inverosímil. (¿Quizá sea esto lo que le da valor informativo, o de cotilleo?). En todo caso, para confirmar su inverosimilitud basta pensar en la trama de intereses, sentimientos y motivaciones que pueden adivinarse tras su invención y difusión. ¿Quid prodest?-

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