Semáforo en rojo para el PSOE

Gaspar Llamazares Trigo, coordinador de Izquierda Unida de Asturias, secretario general del Partido Comunista en la región y miembro de la presidencia estatal de la coalición, ha sido claro y rotundo: "No hay condiciones para pactar en Asturias con el PSOE". Los socialistas han gobernado el principado desde las primeras elecciones autonómicas, en 1979. Ahora, con 17 escaños, sólo el apoyo de IU les permitiría seguir haciéndolo. Llamazares, 37 años, casado, padre de una hija de corta edad y médico de profesión, descarta cualquier acercamiento. Tampoco cabe, sostiene, cortejos con el PP.Con seis...

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Gaspar Llamazares Trigo, coordinador de Izquierda Unida de Asturias, secretario general del Partido Comunista en la región y miembro de la presidencia estatal de la coalición, ha sido claro y rotundo: "No hay condiciones para pactar en Asturias con el PSOE". Los socialistas han gobernado el principado desde las primeras elecciones autonómicas, en 1979. Ahora, con 17 escaños, sólo el apoyo de IU les permitiría seguir haciéndolo. Llamazares, 37 años, casado, padre de una hija de corta edad y médico de profesión, descarta cualquier acercamiento. Tampoco cabe, sostiene, cortejos con el PP.Con seis diputados, los mismos que en la legislatura anterior, IU se ha erigido en grupo decisorio en Asturias. Sus 4.200 militantes en la región decidirán esta semana, en referendo, el partido que gobernará en Asturias.

Nadie espera que se produzcan sorpresas en la consulta que se está haciendo desde el martes a las bases de IU. Se da por seguro que esta coalición se inhibirá en la segunda votación de investidura. Ello permitirá, por. Vez primera, un Gobierno de derecha en una región emblemática de la izquierda. El PP (21 diputados) habrá de gobernar en minoría y con una oposición de izquierda, que suma mayoría absoluta en la Cámara (23 escaños).

Austero, sobrio, convencido de lo que hace y de lo que dice, firme en sus posiciones, y entregado a su tarea pública y orgánica (hay épocas en las que no descansa ni los domingos), Gaspar Llamazares vive la política desde una concepción en la que excluye el tactismo del regate corto -reproche que hace con frecuencia al proceder de los socialistas- y en la que la estrategia de largo alcance se supedita al principio de la coherencia con su discurso.

No es la rentabilidad o el coste electoral de una decisión lo que le preocupa. Su único desvelo es si las posiciones que adopta son consecuentes o no con sus convicciones y con los compromisos púlbicamente asumidos. Sólo desde esta perspectiva cabe interpretar, asegura, su oposición a cualquier pacto con los socialistas, con quienes rompió en 1992 en Asturias, después de que IU les hubiera prestado su apoyo parlamentario desde 1987. Con tal forma de proceder, no falta quien traza el perfil humano y político de Llamazares, con sólo dos pinceladas de brocha gorda: aburrido y doctrinario. El niega ambas etiquetas y las atribuye a la maldad del PSOE, que trataría con ello de demonizar su figura. Tales imputaciones, y sobremanera la que le atribuye una posición dogmática, "no se corresponde en absoluto", suele decir, ni con su actitud ni con su formación.

Nacido en Logroño, hace 37 años, hijo de un médico leonés y de una pontevedresa, sus primeros recuerdos vitales tienen la forma del paisaje de Asturias, donde se afincaron sus padres cuando él contaba muy corta edad. Fue el único de los seis hijos del matrimonio que secundó la vocación profesional del padre. Cursó Medicina en la Universidad Autónoma de Madrid, y en la de Oviedo, y fue aquí donde, a través del movimiento estudiantil, acabaría incorporándose a un partido, el Comunista, de tradición obrerista y proletaria. Ocurrió en 1982, poco antes de que Gerardo Iglesias, secretario general del partido en Asturias, se trasladara a Madrid como sucesor de Santiago Carrillo al frente del PCE.

En su etapa universitaria, Gaspar Llamazares había dirigido una revista, Bocetos. Universidad y medicina a debate, en torno a la cual se creó un colectivo de discusión y de abierta oposición, tanto al modelo académico imperante en la Universidad española -masificada, expendedora de títulos y alejada de la sociedad- como a la concepción puramente biologista que dominaba los estudios de Medicina en detrimento de la perspectiva humanista.

En aquellos tiempos, los autores de referencia para Llamazares ya no eran Lenin, Ho-Chi-Min o Mao, sino Marcuse, Adorno, la Escuela de Francfort en general, Noam Chomski o López Aranguren. Y con ese bagaje de inquietudes intelectuales, muy alejado de los teóricos más ortodoxos del marxismo, Llamazares empezó a participar, con 24 años, en los debates internos de la agrupación del Partido Comunista de Asturias (PCA), a la que se afilió. Fue un ejercicio de integración no exento de dificultades, como habría de ocurrirle tres años más tarde, en 1985, cuando se trasladó a la Cuba castrista para cursar un master.

Vuelto a España, contrae matrimonio con una médico psiquiatra. Aunque le tentan para que se vuelque ya entonces en la actividad política, Llamazares pide un plazo de tiempo para ejercer su profesión como experiencia previa.

En 1987, a los 29 años, asume la Secretaría general del PCA y la coordinación regional de IU, cargos en los que sucede al metalúrgico Francisco Javier Suárez. Fueron los años más diíiciles para Llamazares. Por origen y formación no se correspondía con el perfil obrerista que había marcado la historia del PCA. Era además muy joven y no había vivido ni la clandestinidas ni la lucha antifranquista. Los pactos de legislatura con el PSOE, entonces existentes en Asturias, alentaban además una profunda contestación interna desde los sectores críticos del PCA, que tenían su principal bastión en las cuencas mineras. Por añadidura, se produjo la vuelta a Asturias del ex secretario general del PCE y creador de IU, Gerardo Iglesias, manifiestamente opuesto también al apoyo que la coalición prestaba entonces a los socialistas.

La ruptura

Llamazares, diputado regional desde 1991, será quien afronte el proceso de debate interno que llevará a IU a romper en el principado sus acuerdos con los socialistas en 1992. La tensión en las filas de Izquierda Unida se había agudizado a raíz de que el sector mayoritario empezó también a resquebrarjarse, con la alianza con el PSOE como telón de fondo. El proceso abrió heridas internas que Llamazares considera plenamente suturadas desde la asamblea celebrada por IU en Asturias en 1993. Allí se marcó el rumbo cuya firmeza ahora se constata.

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