28 MAYODUELO AUTONÓMICO: MADRID

Futuros amigos

Leguina y Ruiz Gallardón mantienen una pugna elegante y divertida

Joaquín Leguina y Alberto Ruiz Gallardón serán amigos cuando la política deje de separarlos. Seguramente no ocurrirá lo mismo con José María Aznar y Felipe González una vez que acabe su lucha por la presidencia del Gobierno, ni con José María Álvarez del Manzano y Juan Barranco cuando ya no tengan en juego la alcaldía de Madrid. Las polémicas y las discusiones en público dejan a menudo un resquemor que impide salvar la relación en privado.Pero Leguina, del PSOE, y Ruiz Gallardón, del PP, podrán siempre encontrar puntos en común sin necesidad de buscarlos. Para empezar, porque han mantenido en ...

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Joaquín Leguina y Alberto Ruiz Gallardón serán amigos cuando la política deje de separarlos. Seguramente no ocurrirá lo mismo con José María Aznar y Felipe González una vez que acabe su lucha por la presidencia del Gobierno, ni con José María Álvarez del Manzano y Juan Barranco cuando ya no tengan en juego la alcaldía de Madrid. Las polémicas y las discusiones en público dejan a menudo un resquemor que impide salvar la relación en privado.Pero Leguina, del PSOE, y Ruiz Gallardón, del PP, podrán siempre encontrar puntos en común sin necesidad de buscarlos. Para empezar, porque han mantenido en estos años una discusión correcta, con guiños de complicidad que rebajan la tensión y dan descansos al combate. Los ataques de Leguina, el actual presidente madrileño, se han dirigido más hacia los políticos municipales que a su directo competidor autonómico. La gestión del alcalde de la capital y de su número dos, Esperanza Aguirre, han concentrado las iras de Leguina, mucho más furibundas en el caso de la concejal por haberse parapetado tras unas decenas de árboles que opone como escudo frente a los nuevos túneles del metro previstos por él.

Tanto Ruiz Gallardón como Leguina son primeras figuras en las alineaciones de sus partidos. El presidente, uno de los barones del PSOE, ha respondido a más entrevistas sobre política nacional que sobre los problemas de Madrid. Y su rival ya ha obrado en esta legislatura como portavoz del PP en el Senado, además de ocupar una de las vicepresidencias de su formación. No ocurre lo mismo con los candidatos a la alcaldía, Álvarez del Manzano y Barranco, que apenas tienen presencia, salvo la simbólica, en el foro nacional.

Los dos aspirantes a presidir la comunidad de Madrid comparten también el sufrimiento de tener enfrente, en sus propias formaciones, a soterrados enemigos, principalmente porque les ven como personajes peligrosos ante sus propias aspiraciones.

Coinciden también Ruiz Gallardón y Leguina en sus inquietudes culturales, que aquél expresa mejor en su afición musical y éste refleja en sus novelas (dentro de poco, en el celuloide). Por coincidir, hasta algunas de las decisiones más emblemáticas del socialista han sido apoyadas por el derechista ("soy de derechas, como UCD", declaró hace dos años). Ocurre así, por ejemplo, con el estadio de La Peineta, inaugurado en 1994, que le encanta a Ruiz Gallardón; con la decisión de pugnar por los Campeonatos del Mundo de Atletismo de 1997, aspiración que implicaría una inversión de 1.200 millones de pesetas para ampliar ese recinto deportivo y que apoya el portavoz del PP; con la ley de horarios comerciales que obliga a cerrar los híper la mayoría de los domingos; con la oficina abierta en Bruselas, o con el inmenso centro cultural que Leguina ha proyectado en la antigua fábrica de cervezas El Águila. Ruiz Gallardón ofrece un talante muy distinto al de Aznar porque no es un destajista de la crítica. Hasta ha prometido que, si gana las elecciones, ese gran escenario de las artes y la cultura en la remozada cervecera -la gente le llama ya El Leguidú porque pretende ser como el centro Pompidou, de París- se denominará oficialmente Centro Cultural Joaquín Leguina.

Incluso los debates parlamentarios entre ambos se han desarrollado muchas veces con ironías, risas y chascarrillos. Muy divertidos. Ruiz Gallardón dice, por ejemplo, que va a reducir los altos cargos. Leguina contesta: "Usted quiere reducir el gasto reduciendo, como los jíbaros, las cabezas de los directores generales". Después, Ruiz Gallardón apunta, tras predecir que ganará las elecciones: "Estaré muy gustoso de recibirle en la presidencia para el traspaso de poderes". Y Leguina: "Me juego una comida a que se va usted antes de la comunidad de Madrid que yo, pero, en cualquier caso, sería yo quien le recibiese a usted en la presidencia para el traspaso de poderes". Y Ruiz Gallardón: "En la anterior legislatura ya pasé de 32 diputados a 47"'. Y Leguina: "Usted no pasó, usted sigue siendo uno. Los que pasaron a 47 fueron ellos, sus diputados". Y Ruiz Gallardón: "Le traiciona el subconsciente porque, en realidad, quiere decir que usted no perdió entonces la mayoría absoluta, sino que la perdieron sus diputados".

Todos estos diálogos dicharacheros y bienhumorados no implican que Ruiz Gallardón haya esquivado el enfrentamiento duro ni que olvidase hablar de "corrupción en la Administración regional". Incluso Leguina parece no perdonarle "dos mentiras" que ya le ha soltado en el debate de Antena 3. Pero el socialista sabe que su contradictor le considera un hombre honrado, que siempre le ha excluido de los fangales que denuncia, que todo eso en realidad es consustancial con el oficio de la política, y que si él militara en el PP seguramente apoyaría a Ruiz Gallardón como nuevo líder del partido.

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