Otro menos

La desaparición del Fuyma, deja a Madrid un poco más huérfano de cafés. Se produce apenas un año después del cierre de otro establecimiento veterano, el Lion, junto a Cibeles. Son muertes distintas -la primera por falta de rentabilidad, la segunda por desacuerdo entre casero e inquilino-, pero abonan la misma cuestión: la ciudad sigue perdiendo sus lugares de encuentro más veteranos.Antes de la Guerra Civil, la vida social pasaba inevitablemente por los cafés. Vivían un momento de auge. Los establecimientos cuajaban las esquinas de los barrios. Los más céntricos albergaban las tertulias más il...

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La desaparición del Fuyma, deja a Madrid un poco más huérfano de cafés. Se produce apenas un año después del cierre de otro establecimiento veterano, el Lion, junto a Cibeles. Son muertes distintas -la primera por falta de rentabilidad, la segunda por desacuerdo entre casero e inquilino-, pero abonan la misma cuestión: la ciudad sigue perdiendo sus lugares de encuentro más veteranos.Antes de la Guerra Civil, la vida social pasaba inevitablemente por los cafés. Vivían un momento de auge. Los establecimientos cuajaban las esquinas de los barrios. Los más céntricos albergaban las tertulias más ilustres. Políticos, escritores, médicos... cada profesión tenía su lugar de encuentro. Enrique Jardiel Poncela escribía en el velador de la ventana de El Gato Negro, en la calle del Príncipe. Este también era el lugar de los comediantes. Los músicos se daban cita en el café Universal, en la Puerta del Sol, donde había orquesta. Lyon D'Or, Pombo, Levante, Granja el Henar, Marfil, Alhambra..., lugares que ya no existen.

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A partir de los años cincuenta, las cafeterías y los bancos empezaron a sentenciar a los cafés. Ahora, la muerte del Fuyma reduce aún más la magra lista de veteranos: Gijón, Barbieri, Bilbao... Para los adictos a establecimientos del género tertuliano, un consuelo: cierran cafés antiguos, pero abren otros modernos y con vocación de antiguos.

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