Tribuna:

Arco

Me ha resultado más agradable pasear por Arco 95 de lo que para mí lo fue hacerlo el 94 o el 93. El recinto parecía menos agobiado, no porque hubiera menos gente, al contrario, ha tenido más visitantes que en años anteriores, sino porque no había que subir escaleras y porque daba la impresión de que había más sitio, gracias a la disposición de las casetas. Por cierto, que me gustó que los mismos organizadores hablaran de "casetas" y no de stands. Son casetas lo que uno espera encontrarse en una feria.El Campo de las Naciones, un lugar que Ramón Gómez de la Serna habría calificado de " p...

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Me ha resultado más agradable pasear por Arco 95 de lo que para mí lo fue hacerlo el 94 o el 93. El recinto parecía menos agobiado, no porque hubiera menos gente, al contrario, ha tenido más visitantes que en años anteriores, sino porque no había que subir escaleras y porque daba la impresión de que había más sitio, gracias a la disposición de las casetas. Por cierto, que me gustó que los mismos organizadores hablaran de "casetas" y no de stands. Son casetas lo que uno espera encontrarse en una feria.El Campo de las Naciones, un lugar que Ramón Gómez de la Serna habría calificado de " porvenirista ", es un buen espacio para una muestra de arte contemporáneo. En el paso central han puesto un restaurante con un nombre marítimo -Madrid, siempre con su nostalgia del mar-, aunque entre los edificios se ven, trozos del paisaje cárdeno de la meseta. Pero el Campo. de las Naciones es un lugar sin ataduras del pasado, un Madrid que se adelantó a sí mismo en la carrera del tiempo. Vi a mucha gente joven el otro día en Arco. Chicos y chicas que se parecían a los cuadros y se movían entre ellos como pez en el agua. Entre tantaJuventud aún se escuchaba algún arcaico comentario. "Ves, mamá, ésta es la cabeza del guerrero, aquí las manos, aquí...". "No veo nada, hija". Me recordó a una señora que conocí y que un día fue a casa de unos amigos de sus hijos que tenían un tápies en el salón y, al salir, comentó: "Hay que ver, tanto dinero como tienen y las paredes desconchadas". Nunca habrá recibido Tápies mayor elogio.

Mi impresión personal después de haberme paseado por Arco 95 es que la pintura que hoy se hace, con pocas excepciones, parece ser arte para agradar. Quiero decir, arte sin drama para ponerlo en el salón y que le alegre a uno la vida. Es como si los pintores, con pocas exCepciones, se hubiesen puesto de acuerdo y hubiesen pensado: "Bastante disgustos tienen ya los posibles compradores con lo que pasa en este fin de siglo como para que nosotros les vayamos ahora con problemas".

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