Cartas al director

Maíz

El sol se ha ido y el frío en la calle acrecienta por momentos. Una mujer, lujosamente vestida, va hablando por un teléfono móvil: "... Ahora estamos en Narváez... ".Y pienso: ¡qué cretinez si dejamos de poder perdernos por la ciudad!

Mis ojos se quedan con un hombre harapiento que, sentado en un banco de madera, engulle, con fruición hambrienta y mojando pan, el contenido de una lata de cocido o de fabada.

Pero -me encojo-, si mis apreciaciones no yerran, eso no es comida caliente. Si juraría que flota sebo...

El caso es que por una cosa, o por la otra, o por estar ambas ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El sol se ha ido y el frío en la calle acrecienta por momentos. Una mujer, lujosamente vestida, va hablando por un teléfono móvil: "... Ahora estamos en Narváez... ".Y pienso: ¡qué cretinez si dejamos de poder perdernos por la ciudad!

Mis ojos se quedan con un hombre harapiento que, sentado en un banco de madera, engulle, con fruición hambrienta y mojando pan, el contenido de una lata de cocido o de fabada.

Pero -me encojo-, si mis apreciaciones no yerran, eso no es comida caliente. Si juraría que flota sebo...

El caso es que por una cosa, o por la otra, o por estar ambas tan incomprensiblemente cerca, tan abismalmente juntas, a mí, "¡dita sea!", se me han atragantado las palomitas.-

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En