MADRID Y LA LITERATURA

Un largo noviembre

P. S. No pudo salir de casa hasta conseguir un carné que le permitió circular sin arriesgarse a ser detenido por los milicianos que patrullaban Madrid. El adolescente Juan Eduardo Zúñiga vivió el asedio, de Madrid de punta a punta, desde el 7 de noviembre de 1936 hasta el 29 de febrero de 1939, y con miedo, como todo el mundo. Pero algo debía de tener distinto su guerra porque, no sólo conservó muchos recuerdos de aquel tiempo, hasta formar una notable colección, sino que con el tiempo comprendió la potencia escondida en aquellos recuerdos y comenzó a escribirlos: el resultado fue ...

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P. S. No pudo salir de casa hasta conseguir un carné que le permitió circular sin arriesgarse a ser detenido por los milicianos que patrullaban Madrid. El adolescente Juan Eduardo Zúñiga vivió el asedio, de Madrid de punta a punta, desde el 7 de noviembre de 1936 hasta el 29 de febrero de 1939, y con miedo, como todo el mundo. Pero algo debía de tener distinto su guerra porque, no sólo conservó muchos recuerdos de aquel tiempo, hasta formar una notable colección, sino que con el tiempo comprendió la potencia escondida en aquellos recuerdos y comenzó a escribirlos: el resultado fue Largo noviembre en Madrid, libro de relatos ambientado en la guerra, y, luego, La tierra será un paraíso, en la posguerra. De este tiempo de posguerra son famosos Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, La colmena, de Camilo José Cela.

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Zúñiga está convencido de que la literatura española no se ha dado cuenta aún del patrimonio que tiene en el recuerdo del bloqueo de Madrid: ahí es nada, una ciudad sitiada durante tres años, con el enemigo a la distancia de una piedra, donde los tiros se alternaban con los teatros, los periódicos, el hambre y las historias de amor. Más o menos como Troya, y ya se sabe lo que dio Troya. Zúñiga, sin embargo, no frivoliza. Aún recuerda que llegó a llorar de hambre.

Si un escritor conoce Madrid, ése es Zúñiga. Y precisamente cree que la ciudad no tiene su gran escritor. "Por alguna razón, Madrid no tiene escritores enamorados de la ciudad", dice, como los puede tener Lisboa, o París, o Buenos Aires. Por supuesto que abundan los escritores madrileños, como Mesonero Romanos o Arniches, que seguía a la gente para estudiar su forma de hablar, pero, a juicio de Zúñiga, pecan de un excesivo cronísmo, al igual que Galdós. "Si Galdós no hubiera estado tan pegado a la crónica, sería el escritor de Madrid", comenta.

Mucho más vivo era el Siglo de Oro, cuando Lope y Cervantes vivían en Centro, entonces barrio de los Cómicos. El destino de las casas de estos escritores -y de otros tantos- revela hasta qué extremo interesa este tipo de cultura a las autoridades.

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