"Perderemos porque no se puede matar a todo un pueblo"

Anatoli Pristavkin, presidente de la Comisión de Indulto adjunta al jefe del Estado ruso, y primer escritor que trató en una novela -Dormía la nube dorada- la tragedia de los chechenos e ingushes, expulsados de su tierra en 1944 por Stalin, piensa que la intervención rusa "puede convertise en una segunda guerra caucasica". "Con ese pueblo no se puede bromear; ellos ya han sufrido lo inimaginable, así es que se defenderán. Y saben hacerlo", dice convencido.

"Nosotros fuimos rehenes de nuestro sistema: nos echaron en las tierras chechenas como quien echa semillas en las tierras...

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Anatoli Pristavkin, presidente de la Comisión de Indulto adjunta al jefe del Estado ruso, y primer escritor que trató en una novela -Dormía la nube dorada- la tragedia de los chechenos e ingushes, expulsados de su tierra en 1944 por Stalin, piensa que la intervención rusa "puede convertise en una segunda guerra caucasica". "Con ese pueblo no se puede bromear; ellos ya han sufrido lo inimaginable, así es que se defenderán. Y saben hacerlo", dice convencido.

"Nosotros fuimos rehenes de nuestro sistema: nos echaron en las tierras chechenas como quien echa semillas en las tierras conquistadas. Moscú estaba llena de niños huérfanos, vagabundos, y había que poblar las tierras chechenas desiertas. Era muy cómodo: no había que alimentarnos, no había necesidad de construir, allí ya había campos cultivados, fértiles huertos, aldeas, viviendas, pero todo estaba vacío", recuerda Pristavkin de los años de su niñez en Chechenia. Pero la aventura terminó en tragedia: su orfanato fue incendiado y la mayoría de los niños y profesores perecieron a manos de los chechenos, que defendían su patria.

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Nación de enemigos

"Convertir a toda una nación en enemigos de los rusos es repetir un error que ya se cometió en nuestra, historia", piensa Pristavkin. "Ahora nuevamente nuestros soldaditos van a guerrear en un país que no conocen, donde no pueden dar muestras de honor, dignidad ni de valentía, pero donde sí podremos tener un segundo Afganistán", vaticina Pristavkin. "Y de nuevo llegarán los cadáveres y de nuevo habrá madres desconsoladas. Mientras tanto, la propaganda ya está haciendo su trabajo: mostramos los entierros de nuestros muchachitos, las pasiones se encienden: hay que vengar, castigar, matarlos. Y en Chechenia sucederá otro tanto, con la gran diferencia de que ellos se defienden; defienden su territorio, su casa materna. Un tanque que entra en tu patio no es un huésped, sino un opresor"."Debemos proteger a nuestro presidente, como las abejas o las hormigas protegen a su reina", y convencerte de que la entrada de la tropas en Chechenia "ha sido un gran error", señala. "No tenemos otra fuerza que una a nuestro país", dice, refiriéndose al presidente Borís Yeltsin. "Es muy fácil cortar el último árbol. ¿Pero qué tendremos después? Tendremos a [Guennadi] Ziugánov [jefe de los comunistas] o a [Vladímir] Zhirinovski [el líder ultranacionalista], o a algún militar que la ola bélica empujará a Moscú".

Durante los últimos tres años "ha habido una guerra contra [el general rebelde Dzhojar] Dudáiev". "Lo hemos arrinconado, nosotros hemos hecho de él un lobo", pero todavía se puede "encontrar un lenguaje común con él". "Se le puede acusar de cualquier cosa menos de no ser un patriota de su pueblo. Dudáiev no desea una tragedia para su país", asegura Pristavkin. La guerra contra la República de Chechenía "es una guerra que perderemos, porque no se puede matar a todo un pueblo", sentencia.

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