Rechazo y permisividad

"Lo primero es reconocer el problema y acercarse a un centro de rehabilitación. Es importante que el alcohólico venga por su propio pie. A nosotros muchos familiares o amigos de adictos nos traen gente para que les curemos. Pero no funciona, porque quien debe estar convencido es quien bebe; no quien le sufre". Esta es, al menos, la experiencia de Joaquín Torremocha, secretario de la Asociación de Ex Alcohólicos Españoles (AEE), una de las primeras organizaciones fundadas en nuestro país.La cuestión es cómo saber si un hábito socialmente permitido se ha convertido en adicción. En opinión del ps...

"Lo primero es reconocer el problema y acercarse a un centro de rehabilitación. Es importante que el alcohólico venga por su propio pie. A nosotros muchos familiares o amigos de adictos nos traen gente para que les curemos. Pero no funciona, porque quien debe estar convencido es quien bebe; no quien le sufre". Esta es, al menos, la experiencia de Joaquín Torremocha, secretario de la Asociación de Ex Alcohólicos Españoles (AEE), una de las primeras organizaciones fundadas en nuestro país.La cuestión es cómo saber si un hábito socialmente permitido se ha convertido en adicción. En opinión del psiquiatra Jesús Pascual, que lleva ocho años dedicado al cuidado de alcohólicos, el problema de los criterios no se deja resolver fácilmente. "Existen distintas tipologías y, naturalmente, ninguna de ellas se ajusta a la complejidad de cada caso particular".

El rechazo social que provoca el alcohólico, en contraste con la permisividad del consumo, es otro de los obstáculos que, a juicio de Pascual, impiden el reconocimiento de la enfermedad. "Se tiende, creo que, acertadamente, a hablar de "individuos con problemas con el alcohol" más que de alcohólicos. Una persona. debe preocuparse si la bebida le causa problemas en al menos dos de estas áreas: médica, laboral, social, legal, familiar o psíquica".