Editorial:

El 'sí' de Finlandia

LA DECISIÓN del pueblo finlandés de integrarse en la Unión Europea (UE), por un 57% de votos a favor frente a un 43% en contra, tiene un alcance que desborda las fronteras de ese país. Desempeñará, sin duda, una influencia considerable sobre idénticas consultas que se van a celebrar el 13 de noviembre en Suecia y el 28 en Noruega. En cierto modo, la suerte de la incorporación de Escandinavia a Europa dependía del referéndum finlandés. De haber sido negativo, la causa hubiera estado perdida. Ahora hay grandes posibilidades de que Suecia diga sí; y en Noruega surgirán dudas en lo que parece ser ...

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LA DECISIÓN del pueblo finlandés de integrarse en la Unión Europea (UE), por un 57% de votos a favor frente a un 43% en contra, tiene un alcance que desborda las fronteras de ese país. Desempeñará, sin duda, una influencia considerable sobre idénticas consultas que se van a celebrar el 13 de noviembre en Suecia y el 28 en Noruega. En cierto modo, la suerte de la incorporación de Escandinavia a Europa dependía del referéndum finlandés. De haber sido negativo, la causa hubiera estado perdida. Ahora hay grandes posibilidades de que Suecia diga sí; y en Noruega surgirán dudas en lo que parece ser una mayoría contraria a la integración.Además de las razones económicas, que han empujado a las zonas rurales y laponas a votar no a la incorporación a una Europa con precios agrarios muy bajos, la gran dificultad para el sí finlandés era la fuerza de la tradición de una neutralidad que ha permitido a Finlandia, en la etapa de la guerra fría, alejarse de una historia larguísima de sometimiento a Rusia -fue un ducado ruso desde 1809 hasta la revolución de 1917-, compensando a su inmenso vecino con su equidistancia de ambos bloques en los terrenos político y militar.

Ese peso de la neutralidad sigue vivo entre la población mayor, pero también en grupos jóvenes que asocian la defensa de la ecología a la necesidad de mantener una independencia total. En todo caso, ese 57% parece suficiente para asegurar el voto del Parlamento, que deberá pronunciarse por una mayoría de dos tercios sobre la UE. Como ha dicho el presidente de la República, el voto popular es moral y políticamente vinculante.

La UE pasará, por tanto, a tener una frontera directa de 1.200 kilómetros con Rusia. Esta realidad mueve al Gobierno de Helsinski a anunciar que, cuando llegue el momento de su entrada en la Unión Europea Occidental (el órgano más directamente militar de la UE), pedirá un estatuto de observador, y no de miembro pleno con todas las obligaciones. Su preocupación en ese orden es no provocar un cambio brusco de, equilibrio estratégico, que podría causar reacciones negativas en un nacionalismo ruso hoy muy sensibilizado y con fuerte influencia en el Kremlin.

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En un momento en que el éxito de Kohl refuerza el papel hegemónico de Alemania en la UE, la extensión de ésta hacia el Norte, anunciada por la votación en Finlandia, confirma una de las orientaciones básicas de la política alemana. Pronto su esfuerzo se dirigirá hacia el Este. España no puede poner reparos a esta visión pluralista de la UE. Pero deberá intensificar sus esfuerzos para que no se subestime la dimensión meridional de la Unión.

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