Editorial:

Paz en el Ulster

LA DECISIÓN de los comandos armados protestantes en el Ulster de seguir el camino emprendido por los republicanos del IRA hace seis semanas, al renunciar a la lucha armada, es una gran noticia. Siempre se ha asociado la violencia en el Ulster al IRA, a la lucha nacionalista por la unidad de la isla. Sin embargo, en el balance pavoroso de 3.000 muertos y 20.000 heridos causados por esta guerra civil en los últimos 25 años, al menos un tercio han sido víctimas de las bandas protestantes. Y en los últimos tres años, éstas superaron al IRA en el terror, como en la matanza indiscriminada de seis pe...

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LA DECISIÓN de los comandos armados protestantes en el Ulster de seguir el camino emprendido por los republicanos del IRA hace seis semanas, al renunciar a la lucha armada, es una gran noticia. Siempre se ha asociado la violencia en el Ulster al IRA, a la lucha nacionalista por la unidad de la isla. Sin embargo, en el balance pavoroso de 3.000 muertos y 20.000 heridos causados por esta guerra civil en los últimos 25 años, al menos un tercio han sido víctimas de las bandas protestantes. Y en los últimos tres años, éstas superaron al IRA en el terror, como en la matanza indiscriminada de seis personas en un pub, en junio pasado. La esperanza de un cese de la violencia en el Ulster, que surgió al anunciarse la tregua del IRA, sólo podía materializarse realmente cuando los protestantes también decidieran dejar las armas.Ahora es esencial que la tregua bilateral se consolide. La experiencia de las seis semanas en que el IRA ha cumplido escrupulosamente su compromiso es aleccionadora. El otro paso urgente corresponde al Gobierno británico. Major ha mostrado una excesiva cautela, como si él mismo no se pudiese creer que el IRA fuera capaz de renunciar a la violencia.

Es necesario que el Reino Unido reduzca sus fuerzas armadas en el Ulster para propiciar el clima de entendimiento y reconciliación que la tregua permite esperar. Major no debe. demorar más la apertura de una negociación, en la que deberán estar el Sinn Fein, brazo político del IRA; los partidos protestantes, y el Gobierno de Irlanda. El primer ministro irlandés, Reynolds, ha reaccionado con mucha mayor rapidez, instando a Major a que inicie conversaciones. Es obvio que éstas serán inevitablemente largas y sumamente difíciles. Pero si se realizan en un clima de paz, las posibilidades de acuerdo serán mayores.

La organización de un referéndum ha sido presentada como la garantía que da confianza a los protestantes. Sin embargo, no cabe olvidar que ya hubo un referéndum en 1973 en el Ulster, con un resultado aplastante a favor de los probritánicos, y que no ayudó a ninguna solución. Lo que ahora hace falta es ensayar formas de convivencia y de cooperación que vayan estrechando la relación entre católicos y protestantes, que fomenten el acercamiento, incluso la integración, entre las dos comunidades. Punto decisivo para ello es una mejora de la economía que permita corregir la marginación a que sigue sometida la comunidad católica. EE UU ha hecho promesas concretas al respecto, y hay razones históricas para suponer que puedan cumplirse.

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