Editorial:

Las quintas vascas

LAS QUINTAS elecciones autonómicas vascas, cuya campaña se inicia hoy, se celebrarán el 23 de octubre: dos días antes de la fecha en que se cumplen los 15 años de la aprobación en referéndum del Estatuto de Gernika. Si se juzga por algunos fogosos discursos, las cosas apenas han cambiado desde entonces. Pero esa fogosidad no puede ocultar las profundas transformaciones habidas en estos tres lustros. Lo que era sólo un papel (una posibilidad) es hoy una poderosa -y en gran parte efectiva- Administración que gestiona un presupuesto de 630.000 millones de pesetas y dirige un cuerpo policial de 6....

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LAS QUINTAS elecciones autonómicas vascas, cuya campaña se inicia hoy, se celebrarán el 23 de octubre: dos días antes de la fecha en que se cumplen los 15 años de la aprobación en referéndum del Estatuto de Gernika. Si se juzga por algunos fogosos discursos, las cosas apenas han cambiado desde entonces. Pero esa fogosidad no puede ocultar las profundas transformaciones habidas en estos tres lustros. Lo que era sólo un papel (una posibilidad) es hoy una poderosa -y en gran parte efectiva- Administración que gestiona un presupuesto de 630.000 millones de pesetas y dirige un cuerpo policial de 6.325 agentes.Es cierto que los discursos recurren a los mismos adjetivos para protestar por el retraso en la transferencia de competencias en meteorología o seguros agrarios que se utilizaban hace 15 años para reclamar una Hacienda autónoma o la creación de esa policía integral. Pero ni las preocupaciones de los ciudadanos son las mismas de entonces, ni las que existen ahora se perciben como a fines de los setenta.

El 42% de la población vasca actual tiene menos de 30 años. Todos esos ciudadanos eran menores de edad cuando se aprobó el Estatuto. Para ellos, que exista un Gobierno vasco, que la ikurriña ondee en los edificios públicos y la Ertzaintza patrulle por las calles es tan normal como el sirimiri. Una encuesta del Gobierno vasco de enero de este año indicaba que las preocupaciones primeras de los vascos de hoy son, por este orden, el paro, la crisis económica, la violencia, la droga, el sida, el funcionamiento de los servicios públicos... De un total de 15 posibilidades, el desarrollo autonómico ocupaba el 140 lugar, y el logro de las aspiraciones de autogobierno, el 150.

Cada vez que se menciona esa jerarquía, hay algún nacionalista que lo considera casi una agresión personal y se empeña en contraponer a esos datos la evidencia de que los partidos nacionalistas suelen ganar las elecciones autonómicas. Sin embargo, que el desarrollo autonómico y el autogobierno hayan pasado a segundo plano no es muestra de un fracaso, sino del éxito del proyecto de autonomía vasca planteado en solitario por el nacionalismo vasco desde 1919, por el nacionalismo y la izquierda desde los años treinta y por el conjunto de las fuerzas democráticas desde finales de los setenta. Nadie podrá negar que ello constituye un logro enorme del nacionalismo vasco, y lo único extraordinario es que algunos nacionalistas parezcan lamentarlo.

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La experiencia de gobierno de coalición PNV-PSOE ha desgastado mucho más a los socialistas que a sus socios, según se desprende de las encuestas. Éstas pronostican un ascenso del PNV, que va acercándose a las cotas anteriores a la escisión de Eusko Alkartasuna con Garaikoetxea. De todas formas, con un grupo parlamentario de 23 a 25 escaños sobre un total de 75, el PNV queda muy lejos de la mayoría absoluta, por lo que es probable que se repita la coalición que viene gobernando desde hace ocho años. Esa fórmula es la preferida por el 23% de los vascos, seguida a corta distancia por la alianza de los partidos de Arzalluz y Garaikoetxea (22%). Ardanza ha deslizado la hipótesis de un Gobierno monocolor del PNV, con alianzas variables en cada caso. Esto no es descartable porque la heterogeneidad de la oposición dificultaría la creación de un bloque antigubernamental mínimamente coherente.

También se da por hecho un ascenso considerable del Partido Popular (PP) y de Izquierda Unida (IU), con lo que el panorama se acercará al existente en las primeras elecciones democráticas de 1977. La casi desaparición del centro-derecha no nacionalista en los años ochenta era una anormalidad sólo explicable por la intimidación del radicalismo violento. Por lo mismo, el lento pero implacable retroceso de HB es un símbolo de normalidad democrática: bajó 1,7 puntos entre las locales de 1987 y las de 1991, 2,3 puntos entre las generales de 1989 y las de 1993 y 3,4 puntos entre las europeas de 1989 y las de 1994. Ahora se verá si esa tendencia se confirma en las autonómicas.

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