Tribuna:

El reino maravilloso de Haití

Ahora que los últimos acontecimientos han convertido en noticia la atormentada tierra de Haití, pateada y oprimida hasta la desesperación desde el grotesco reinado de Henri Christophe (1811-1820) hasta el actual general de opereta Raoul Cédras -enriquecido en el país más miserable del continente americano merced al narcotráfico, pasando por el siniestro clan de los Duvalier y su guardia asesina los tonton-macoutes; ahora que Haití es noticia (tristemente como siempre), repito, no está demás recordar que fue escenario también de una de las más hermosas novelas de Alejo Carpentier, ...

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Ahora que los últimos acontecimientos han convertido en noticia la atormentada tierra de Haití, pateada y oprimida hasta la desesperación desde el grotesco reinado de Henri Christophe (1811-1820) hasta el actual general de opereta Raoul Cédras -enriquecido en el país más miserable del continente americano merced al narcotráfico, pasando por el siniestro clan de los Duvalier y su guardia asesina los tonton-macoutes; ahora que Haití es noticia (tristemente como siempre), repito, no está demás recordar que fue escenario también de una de las más hermosas novelas de Alejo Carpentier, El reino de este mundo.Fue publicada en 1949 y en ella Carpentier desarrolla lo que será pauta de toda su creación literaria posterior: lo real maravilloso. El novelista cubano halló en Haití esta conjunción entre realidad y fantasía que, para él, harían inservibles o innecesarios los cánones surrealistas en que se formó en París, a la vera de Breton. Cuando lo entrevisté en 1964 me refirió así el génesis de la novela que le daría celebridad. "Una noche llega a La Habana Louis Jouvet (estamos en 1943). Me dice que está invitado a actuar en Haití y me propone llevarme con él. Yo acepto encantado. En Haití Pierre Mabille (un etnólogo) se pone en contacto conmigo. Me ofrece un jeep y emprendo, con mi esposa Lilia, un viaje por la costa a Ville du Cap, en la región del norte, regresando por Mirbelais y el Macizo Central. Estuve en la casa de Paulina Bonaparte, en Sans Souci, en la Citadelle La Ferriére... ¿Qué más necesita un novelista para escribir un libro? Escribí El reino de este mundo" .

Pero necesitó también sumergirse en la historia de Haití, consultar obras, expurgar legajos, pues como ha sido advertido el libro es, una estrategia forjada en polvorientas bibliotecas". El propio Carpentier no niega que El reino de este mundo es, asimismo, producto de arduas investigaciones históricas. En el prólogo de la novela escribe: "Porque es menester advertir que el relato que va a leerse ha sido establecido sobre una documentación extremadamente rigurosa que no solamente respeta la verdad histórica de los acontecimientos, los nombres de personajes -incluso secundarios-, de lugares y hasta calles, sino que oculta, bajo su aparente intemporalidad, un minucioso cotejo de fechas y cronologías".

El libro recoge fundamentalmente la revolución haitiana (1792-1804), la rebelión de los esclavos negros de la entonces Santo Domingo contra sus amos blancos, colonos franceses. Entre paréntesis hay que decir que, por esa época, el país era una próspera colonia con la cual Francia realizaba el 25% de su comercio ultramarino. Como antecedente del proceso revolucionario, Carpentier inicia su relato con el apresamiento y ejecución del mítico esclavo Mackandal, incinerado en la Ciudad del Cabo en 1757 por su llamado a la rebelión. Aquí empieza lo mirífico de la historia: A pesar de que el cuerpo de Mackandal es quemado en la hoguera, durante su ejecución logra librarse de sus ligaduras y las dotaciones de siervos que han sido obligadas a presenciar su suplicio para que sirva de escarmiento creen, por este hecho, que el hougan Mackandal se ha salvado convirtiéndose en mosquito. Prorrumpen en un grito: "Mackandal sauvé, Mackandal sauvé!". Incuestionablemente lo maravilloso entraba en la historia haitiana.

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Es maravilloso igualmente que un ejército de desharrapados, sin más armas que machetes y cuchillos y algunas escasas carabinas, derrote a las bien adiestradas tropas napoleónicas mandadas por el general Leclerc, cuñado del emperador, enviadas para sofocar la revuelta de negros. De los 25.000 soldados que Napoleón envía a este suelo antillano, un tercio deja la vida ahí -entre ellos el propio Leclerc- y el resto tiene que retirarse vencido. Cierto que en esta victoria los sublevados contaron con un aliado natural temible: la fiebre amarilla, que, como en el caso de los quintos españoles en la guerra de Cuba, diezmó a los invasores.

Dolorosamente maravillosa es la corte que Henri Christophe I, que fue cocinero en Ville du Cap, instaura en la sufrida patria de Toussaint L'Ouverture (otro milagro de la historia haitiana) tras la expulsión de los franceses. Es un remedo del Versalles de Luis XIV casi en plena jungla y el palacio que hace construir (con mano de obra esclava) es nominado como el de Federico II en Prusia, Sans-Souci. Con mano de obra esclava erige también Christophe la ciudadela de La Ferriére, cuyas piedras fueron transportadas a la cima donde se encuentra por espaldas humanas y se cuenta que en la argamasa que cimentó sus muros se empleó, en lugar de agua, sangre de toro.

Este es el panorama que contemplan los ojos. ya ancianos de Ti Noel, el protagonista humano (no histórico) del relato carpenteriano, "estupefacto, anonadado por la creación de varios estados que se han ido estableciendo a su alrededor como nuevos órdenes sociales y políticos, destruyendo su mundo de mitos y leyendas" como advierte el crítico Roberto González Echevarría. A través de una licantropía nacida del vudú, ha tratado Ti Noel de metamorfosearse en reptil, animal de monte o ave, para huir de la cruel y desconcertante realidad (como una vez lo hiciera el legendario Mackandal para fugarse de las llamas), pero Carpentier, en el bellísimo final de su novela, le recuerda que no hay salvación en utópicas evasiones, sino que sólo hallará su medida el hombre en las tareas que sepa imponerse en el reino de este mundo.

Confiemos en que de los dramáticos sucesos que en este, momento está viviendo Haití, del fondo de su atormentada historia, surja la patria. que, pese a todo Oñaroii. sus libertadores -Toussaint L'Ouverture, Jean Jacques Dessalines, aún el mismo Christophe- cuando a costa de muchos sacrificios lograron abolir la esclavitud y desterrar el colonialismo francés.

César Leante es escrito cubano.

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