Fuego en la residencia
El pasado día 24 de agosto, a última hora de la noche, pude comprobar, horrorizada, cómo se declaraba un incendio en la residencia de la tercera edad del barrio de Santa Eugenia, que se encuentra a escasos metros de mi domicilio en Madrid.Sabiendo la gran cantidad de ancianos que allí se alojan y conociendo la mala situación física en que la mayoría de ellos se encuentra, pensé inmediatamente en una catástrofe de enorme magnitud, casi en una masacre.
Milagrosamente, en escasos tres a cuatro minutos aparecieron los bomberos, y, junto a ellos, los ángeles del SAMUR.La diligente act...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
El pasado día 24 de agosto, a última hora de la noche, pude comprobar, horrorizada, cómo se declaraba un incendio en la residencia de la tercera edad del barrio de Santa Eugenia, que se encuentra a escasos metros de mi domicilio en Madrid.Sabiendo la gran cantidad de ancianos que allí se alojan y conociendo la mala situación física en que la mayoría de ellos se encuentra, pensé inmediatamente en una catástrofe de enorme magnitud, casi en una masacre.
Milagrosamente, en escasos tres a cuatro minutos aparecieron los bomberos, y, junto a ellos, los ángeles del SAMUR.La diligente actuación de los bomberos sofocó el incendio en segundos, y los médicos y enfermeros del SAMUR, codo con codo con sus compañeros los bomberos, no sólo evitaron una tragedia que hubiera sido enorme, sino que, con un cariño extraordinario, atendieron a los ancianos, recuperaron a los más afectados, trasladaron rápidamente a los más graves y, lo más importante, coordinaron y dirigieron a los más de cien vecinos de Santa Eugenia que voluntaria y desinteresadamente se pusieron bajo su mando.
Todo esto redundó en que se consiguiese evacuar en unos minutos a cerca de doscientos ancianos, atenderlos adecuadamente y, pasado el peligro, volverlos a instalar en la residencia.
Lamentablemente, se perdieron dos preciosas vidas humanas, pero, viendo lo que allí pudo ocurrir, no puedo dejar pasar esta ocasión sin felicitar orgullosa a mis vecinos de Santa Eugenia, y, desde luego, a los miembros de los bomberos y del SAMUR, ya que gracias a su fenomenal actuación se salvaron muchas vidas.
Que Dios les bendiga.