Una mina sin mena

La Escuela de Ingenieros posee una galería simulada para la extracción de carbón

El corazón de Madrid cobija una mina de carbón. Se encuentra a 15 metros de profundidad, bajo un jardín de la calle de Alenza del distrito de Chamberí. A la gruta se entra por una amplia boca oscura e inclinada, que discurre flanqueada por raíles de pesadas vagonetas para el transporte de mineral.A medida que desciende los 75 peldaños desde su entrada, la frescura va envolviendo al visitante. Probablemente, es el sitio más fresco de la ciudad. La temperatura en su seno es tres veces menor que la existente en la calle. Una vez abajo, ante su mirada surgen 50 metros de galerías iluminadas, con e...

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El corazón de Madrid cobija una mina de carbón. Se encuentra a 15 metros de profundidad, bajo un jardín de la calle de Alenza del distrito de Chamberí. A la gruta se entra por una amplia boca oscura e inclinada, que discurre flanqueada por raíles de pesadas vagonetas para el transporte de mineral.A medida que desciende los 75 peldaños desde su entrada, la frescura va envolviendo al visitante. Probablemente, es el sitio más fresco de la ciudad. La temperatura en su seno es tres veces menor que la existente en la calle. Una vez abajo, ante su mirada surgen 50 metros de galerías iluminadas, con el suelo encharcado.

Sus muros se encuentran sujetos por troncos de madera entibados en su día por mineros artesanos, con junturas de boca de lobo. Su techo se halla sujeto con soportes de metal pintado de gris, con freno, llamados estemples; son algunas modalidades de sujeción para extraer el codiciado carbón.

Allí abajo no falta de nada: bombas de ventilación y de agua, con tubos que se aplican sobre las paredes durante la explotación; rozadoras para extraer el carbón; perforadoras de distintos tipos con las brocas horadadas con un agujero por el que se inyecta agua para proyectarla sobre el mineral e impedir el temido polvo que ahoga a los mineros; incluso los troncos de madera que componen la bóveda artesanal y los otros entibamientos exhiben la huella de la humedad, entre silenciosas telarañas. Dos vagonetas recuerdan con su pesado arrastre las penalidades de los mineros.

Las galerías permanecen iluminadas con lámparas especiales antideflagrantes, que evitan la producción de chispas detonantes del temido grisú, gas metano tóxico y explosivo que suele impregnar las vetas del carbón, simuladas allí con pintura negra sobre los muros.

La narración en voz baja de antiguas leyendas sobre condenados a muerte que eran invitados a recorrer con antorchas las minas donde se presumía la existencia de grisú -con la posibilidad de eludir su condena si no morían en la explosión-, confiere a esta mina madrileña de mentira buena parte del sabor cierto de la verdad: la galería subterránea pertenece a la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas; los estudiantes de la asignatura de Laboreo realizan allí sus prácticas. Es, por supuesto, una mina experimental. Carece de mena alguna, pero cuenta con todos los. elementos necesarios para enseñar a alumnos y visitantes la forma de extraer el precioso combustible, incluída una torre metálica que desde el exterior anuncia el ficticio yacimiento. La torre, de unos 14 metros de altura, procede de la mina jienense de El Centenillo.

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La mina fue construída en 1967 y lleva el nombre de Marcelo Jorissen, a la sazón director de la Escuela. Los visitantes pueden recorrerla gratuitamente durante los jueves y viernes del curso escolar. Dos estudiantes del último curso de Ingeniería de Minas, David Gil y Rafael Serrano, muestran la mina al forastero y subrayan que algunas técnicas allí exhibidas han sido ya superadas.

Mina experimental de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas. Visitas concertadas en jueves y viernes del curso escolar. Teléfono 336 70 18.

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