Tribuna:

El eterno retorno de lo memo

¡Qué sensación de bienestar produce el regreso de ciertas palabras que dábamos por desaparecidas! En los últimos días observo complacido que algunos políticos con talento para evocar el pasado, como Julio Anguita, Rodríguez Ibarra y Fraga Iribarne, vuelven a utilizar una expresión cargada de futuro: "burguesía catalana". Cargada de futuro en 1830, es verdad, pero siendo así que ni en España ni apenas en Cataluña los ideólogos y jefes de masas parecen haberse movido de 1830, la "burguesía catalana" sigue siendo una expresión cargada de futuro.Bien es cierto que a Anguita le ha faltado ambición ...

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¡Qué sensación de bienestar produce el regreso de ciertas palabras que dábamos por desaparecidas! En los últimos días observo complacido que algunos políticos con talento para evocar el pasado, como Julio Anguita, Rodríguez Ibarra y Fraga Iribarne, vuelven a utilizar una expresión cargada de futuro: "burguesía catalana". Cargada de futuro en 1830, es verdad, pero siendo así que ni en España ni apenas en Cataluña los ideólogos y jefes de masas parecen haberse movido de 1830, la "burguesía catalana" sigue siendo una expresión cargada de futuro.Bien es cierto que a Anguita le ha faltado ambición para añadir algo sobre "el señorito andaluz", otra expresión irremisiblemente perdida. En lugar de hablar sobre el señorito andaluz ha hablado sobre sus hermanos que sufren en Ruanda. "Yo sólo estoy en alianza", ha dicho, "con los obreros de Cataluña' del País Vasco, Valencia o Galicia. Y quienes sufren en Ruanda son mis hermanos". Así se ha expresado, con cierta gallardía muy del Frente de Juventudes, el representante de las masas obreras que votan a otros.

Pero no estoy de acuerdo con sus palabras. En primer lugar ¿por qué no ha mencionado a los obreros de Andalucía? Quizás porque la alianza, la verdadera y real alianza de Anguita en Andalucía, es la que ha firmado con el Partido Popular, y, en consecuencia, es exacto que Anguita prefiere a los obreros en Cataluña o el País Vasco, pero, en Andalucía, donde esté el señorito que se quite todo lo demás.

En segundo lugar, es muy sorprendente que haya una parte de la familia Anguita sufriendo en Ruanda y, sin embargo, considere el político cordobés que la burguesía catalana es lo peor que le puede caer encima a un ser humano. Debería Anguita ser más consecuente y dedicar una parte de su tiempo a exportar burguesía catalana a Ruanda, aunque sólo fuera para aliviar el sufrimiento de sus hermanos. Todo parece indicar que allí en donde hubo burguesía catalana o belga o argentina, los hermanos de Anguita sufren menos.

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Pero seamos sinceros: aun cuando se propusiera aliviar a su familia ruandesa mediante la exportación de eficaces y aburridos patronos catalanes, Anguita no lograría exportar ni uno solo si se pone a buscarlos entre la "burguesía catalana". La burguesía catalana, cómo tantas otras obras de arte catalanas, hace ya mucho tiempo que pasó a mejor vida o al museo, Los restos de la burguesía catalana que tanto horror causan al político andaluz se dedican actualmente a la bohemia, fuman y beben, no ganan un céntimo, se pinchan, escriben versos, se han refugiado en una casucha del Montseny donde llevan vida eremítica, han emigrado a Nueva York para malvivir en una galería de arte, escriben en Ajoblanco, o dirigen el partido de Anguita en Cataluña. Los empresarios catalanes que tanto espantan a Anguita (aunque se cuida mucho de nombrarlos) son, mayoritariamente, de cultura y de cuna, obreros. O sea, los hermanos ricos de la desconsideradamente extensa familia Anguita.

Desconcierta la escasísima información de algunos dirigentes de masas sobre Cataluña. Parecen heridos por la nostalgia de aquella tierra que producía tapones de corcho y pistoleros a sueldo de la patronal (bajo la protección de un capitán general madrileño de origen andaluz, todo hay que decirlo), inmortalizada por Eduardo Mendoza, pero ausente de la vida civil catalana en los últimos cincuenta años. Desorientados ante la deserción del enemigo, y también de las ideas, estos jefes de masas, desean el regreso de una Cataluña de opereta, decorado ideal para su concepción de un universo social descrito a la manera de Walt Disney.

Desconcierta también la ausencia de curiosidad de estos dirigentes de masas (minoritarias, por cierto, y pasablemente burguesas) que ni siquiera han leído el Ultimátum de Álvaro de Campos, de Fernando Pessoa, publicado en 1917. De haberlo leído sabrían que determinadas ficciones sociológicas llevan medio siglo borradas del ámbito de la inteligencia. Aunque perviven fuera de ella, ciertamente.

Los dirigentes de pequeñas masas, incluso autonómicas, deberían sacudirse el pasado de encima y tratar de intuir el futuro. Con un poco de suerte podrían intuir, por lo menos, lo que Pessoa intuyó hace cincuenta años, a saber, que Berlusconi no es un burgués ni una criatura burguesa, sino un proletario, y que el motivo de su triunfo es la perfecta sintonía que establece con el proletariado, aunque sería mejor decir "con el televidente", única clase social con contenido real, como ha demostrado Javier Echeverría.

Pero debemos agradecer a los políticos que representan la nostalgia y la melancolía sus incesantes intervenciones porque cada vez que evocan los tiempos pretéritos nos sacude un estremecimiento de voluptuosidad. ¡La burguesía catalana! Era rubia, de pie menudo, abundante seno, leía a Byron en el original, tenía vida sexual activa cuando sus amigas aún le rezaban a la Virgen del Rocío, y llevaba una pistola cargada bajo el corpiño. ¡Dios nos la devolviera!

Félix de Azúa es escritor.

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