Tribuna:

Política de Estado

El Estado es una habitud de lo general. Por eso sólo puede ser calificada de política de Estado la que sabe trascender intereses particulares y particulares puntos de vista, por legítimos que sean, y atender a lo general. Los estadistas son aquellos políticos capaces de llevar a cabo una difícil sublimación de sus opciones no sólo personales, sino también de partido, y servir a la estabilidad y generalidad que el Estado representa.Los estadistas, como políticos demócratas que son, tratan de ganar las próximas elecciones, pero ante todo piensan en las futuras generaciones y miran a sus compatri...

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El Estado es una habitud de lo general. Por eso sólo puede ser calificada de política de Estado la que sabe trascender intereses particulares y particulares puntos de vista, por legítimos que sean, y atender a lo general. Los estadistas son aquellos políticos capaces de llevar a cabo una difícil sublimación de sus opciones no sólo personales, sino también de partido, y servir a la estabilidad y generalidad que el Estado representa.Los estadistas, como políticos demócratas que son, tratan de ganar las próximas elecciones, pero ante todo piensan en las futuras generaciones y miran a sus compatriotas, no sólo ni principalmente como electores, sino también y ante todo como ciudadanos. En. más de una ocasión los electores reaccionan en términos ciudadanos y premian al estadista frente al oportunista. En todo caso, es el primero el que merece estima.

Y es, por cierto, política de Estado lo que, frente a viento y marea, viene haciendo el nacionalismo catalán. de Convergència i Unió (CiU), al menos en una triple dirección.

Por una parte, asegurando la gobernabilidad del Estado en su conjunto. Una expresión que, por manida que resulte, no deja de expresar un imperativo fundamental sin el cual ya estaría en crisis nuestro sistema político todo, desde las instituciones constitucionales a la integridad española, pasando por sus contenidos económicos y sociales. Por eso sería bueno que quienes dicen te ner tales valores sociales, económicos y políticos por supremos e intangibles, reconocieran lo que su actual pro moción debe a quienes son siempre presentados como una fuerza marginal al propio Estado.

A falta de voces más autorizadas, yo, que soy madrileño y ejerzo de tal, me honro mucho en reconocerlo. Y no digo agradecerlo porque no sería justo. Si el Estado es de los españoles todos y debiera ser coparticipado por todas sus naciones, los nacionalistas catalanes hacen muy bien salvando lo que es tan suyo como de los demás: el Estado y su gobernabilidad.

Y eso sin contar con la actitud dialogante, esto es, exigente y a la vez constructiva, que debieran tener las fuerzas políticas. Que los presupuestos se discutan con el, presidente de Covergència, sin encallar la discusión en cuotas institucionales o diferencias personales, no debería servir de escándalo sino de ejemplo.

Por último, los nacionalistas catalanes llevan, creo yo que anos, pero nadie puede dudar que meses, promoviendo con razonable éxito una política económica y social que podrá gustar o no, pero que se dirige a España entera. A mí me gusta bastante, comprendo que a Izquierda Unida no, y me pasma que la derecha social la critique. De la derecha política, nada digo. Pero la territorialización del 15% del IRPF o de los fondos estructurales para todas las comunidades autónomas, la reducción del déficit del presupuesto de todos, el fomento de todos los exportadores españoles, la protección fiscal de todas las pequeñas y medianas empresas, la tutela de todo el pequeño comercio, la liberalización del mercado laboral o el proyecto aún no conseguido de reducir las cargas sociales de todas las empresas, responde, no a los intereses particulares de Cataluña -algo por cierto legítimo- sino a una visión del interés general de los españoles.

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Tal ha sido siempre la actitud del catalanismo político. Preconizan una determinada idea de España y el malentendido proviene de que quienes no compartían esa idea, la han tachado, sin más, de antiespañola. Es un malentendido suicida desde el punto de vista español y, por cierto, también desde el punto de vista de la derecha que gusta, ante todo, de excluir.

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