Reportaje:

El paraíso perdido

Acosadas por la violencia argelina, cinco familias españolas encuentran refugio en Castilla-La Mancha

"Este verano no veré madurar las uvas de la Kabylia", afirma Nieves Álvarez con tristeza mientras contempla la parra que cruza el patio de su casa, en Ait Auache, un pueblo perdido en las estribaciones montañosas del Yuryura, a algunos kilómetros de Tizi-Uzu. Su familia y otras cuatro de origen español protagonizarán en los próximos días una expedición que saldrá del aeropuerto de Argel y que tendrá como meta un pueblo de Castilla-La Mancha, donde el Gobierno de esta comunidad autónoma les ha ofrecido un refugio seguro a la violencia integrista.Más allá de Tizi Uzu, la capital de la Kabylia, c...

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"Este verano no veré madurar las uvas de la Kabylia", afirma Nieves Álvarez con tristeza mientras contempla la parra que cruza el patio de su casa, en Ait Auache, un pueblo perdido en las estribaciones montañosas del Yuryura, a algunos kilómetros de Tizi-Uzu. Su familia y otras cuatro de origen español protagonizarán en los próximos días una expedición que saldrá del aeropuerto de Argel y que tendrá como meta un pueblo de Castilla-La Mancha, donde el Gobierno de esta comunidad autónoma les ha ofrecido un refugio seguro a la violencia integrista.Más allá de Tizi Uzu, la capital de la Kabylia, cuando la carretera se convierte en una estrecha cinta de asfalto que asciende por las laderas de la montaña, Nieves Álvarez Fernández, de 45 años de edad, oriunda de León, pierde su nombre y se convierte para los campesinos del lugar en "la esposa española de Rachid Burbia", un bereber de 48 años, padre de seis hijos.

Rachid y Nieves se conocieron, hace ya casi tres décadas, en París, cuando ella trabajaba tras la barra de un bar y él como camarero. Allí nació su primer hijo. Después se trasladaron a vivir a Argelia, en la región de la Kabylia, plaza fuerte de la comunidad bereber, donde desde hace más de un siglo se instalaron los familiares de él. Regenteban, hasta hace poco, un pequeño negocio de dulces y caramelos.

"Al principio esto era como un paraíso. La Kabylia era una región en calma. Le llamaban la Suiza deArgelia. Pero en los últimos años todo se ha ido al traste. Ahora tenemos miedo", asegura Rachid en la semipenumbra del comedor de su casa. Se trata de una especie de choza de paja y barro, abierta hacia un patio con el suelo de cemento donde desembocan también las otras habitaciones, el corral y la despensa, protegido todo ello por un muro de piedra y una puerta de hierro.

Rachid comenta en voz baja que desde este lugar, construido por sus padres en 1912 y donde han crecido sus hijos, se escuchan en las noches de insomnio el estampido de los disparos y las ráfagas de las armas automáticas; son los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los maquis integristas, quienes desde hace cerca de dos años han encontrado refugio en los bosques cercanos.

"No sabemos dónde andan. Quizás estén ahora a menos de una veintena de kilómetros. En ocasiones vienen hasta el pueblo. Lo hacen de noche. Van de casa en casa, como usted lo hace ahora, con el rostro descubierto, tratando de convencer a los más jóvenes para que se vayan con ellos a la guerrilla, a la montaña. Pero otras veces son más violentos y optan por aporrear las puertas con fuerza. Entonces los reclutan a punta de pistola, o, en el mejor de los casos, se llevan todo el dinero, los alimentos, las mantas o los vehículos. No tenemos armas con las que defendernos", afirman al unísono los miembros de la familia de Rachid.

Aseguran que desde hace meses se sienten abandonados y que no sube hasta el lugar ni un solo miembro de las fuerzas de seguridad, a pesar que en dos ocasiones ha sido asaltada la central de correos y que, más recientemente aún, apareció en un recodo de la carretera la cabeza de un hombre segada de un tajo. Pero, para ellos, lo más grave, lo más angustiante, es que para todo el pueblo hay un solo teléfono, el de la alcaldía, y que, en caso de peligro, lo único que les queda es correr con todas sus fuerzas.

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"Ya se lo he dicho, tenemos miedo. A mí me gusta este país. Ésta es mi casa. Yo soy bereber. Siempre he vivido aquí. Querría seguir en ella. Pero tengo miedo por ellos. Por eso hemos decidido aceptar la oferta del consulado de España y marchar hasta ese pueblo de Castilla-La Mancha donde, nos ofrecen trabajo y casa. Difícilmente volveré aquí", recalca el cabeza de familia.

Saldrán de madrugada en una camioneta que ya está apalabrada. No se llevarán nada. Así lo han pactado. Sólo lo puesto. Lo dejarán todo, incluido el caballo blanco, aseguran mientras se despiden a la puerta de la casa, frente al huerto. Al fondo, en el valle, se adivinan en pequeño las casas y las calles de Tizi Uzu, un paraíso perdido.

Pero la familia de Nieves y Rachid no viajará sola. En su viaje hacia España les acompañarán también, entre otros, los miembros de la familia de Manuel Hernández, hijo de un emigrado político español asentado durante toda su vida en la localidad de Tisemsilt, situada a más de cuatrocientos kilómetros al sur de Argel, en una de las zonas más conflictivas del país, de peligroso acceso por carretera.

Muy cerca de la ciudad donde vive Manuel Hernández fue asesinado, en diciembre de 1993, el español Manuel López Bailén por un grupo del maquis integrista de un tiro en la cabeza. Pocos meses después, en la misma zona, un convoy especial que custodiaba el desplazamiento del uali o gobernador de la provincia fue asimismo asaltado, y asesinados él y la mayoría de los miembros de su destacamento.

Este español, que también busca refugio en Castilla-La Mancha, no podrá olvidar nunca el recuerdo de un viaje trágico efectuado hace pocos meses en autobús que quedó bloqueado en plena carretera cuando un comando de la guerrilla integrista, cuyos miembros iban disfrazados de policías, detuvo el vehículo. Los falsos miembros de las fuerzas de seguridad empezaron a pedir todos los papeles y documentación de los viajeros, pero, por suerte para el español, se detuvieron justo antes de que llegara su turno, al descubrir a un funcionario de la Administración local, al que torturaron y degollaron al borde de la carretera en presencia de todos los viajeros. Ese día Manuel Hernández decidió dejar Argelia.

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