Tribuna:

El honrado comercio

"Huevos frescos de Castilla. La primera casa en huevos", "Vaquería, Leche vista ordeñar", "Gran Peluquería. Se corta el pelo a señoritas". Paseando por Madrid pueden encontrarse no pocos antiguos comercios con rótulos evocadores de otro tiempo. Son tiendas de alimentación o de tejidos, viejas farmacias, ferreterías, librerías, bazares y también tascas, tabernas o pequeños restaurantes. Suelen estar bellamente decorados, con azulejos de Talavera o cristales pintados, o tienen sobrias portadas en tonos ocre, bermellón o verde oscuro. Responden a una estética que debió de estar de moda a fines de...

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"Huevos frescos de Castilla. La primera casa en huevos", "Vaquería, Leche vista ordeñar", "Gran Peluquería. Se corta el pelo a señoritas". Paseando por Madrid pueden encontrarse no pocos antiguos comercios con rótulos evocadores de otro tiempo. Son tiendas de alimentación o de tejidos, viejas farmacias, ferreterías, librerías, bazares y también tascas, tabernas o pequeños restaurantes. Suelen estar bellamente decorados, con azulejos de Talavera o cristales pintados, o tienen sobrias portadas en tonos ocre, bermellón o verde oscuro. Responden a una estética que debió de estar de moda a fines del XIX o principios del XX y que parece cobrar nueva vigencia cuando la ciudad, que se ha atiborrado de bloques de hormigón en los últimos años, trata de humanizarse de nuevo.La Cámara de Comercio de Madrid, que tiene un presidente ilustrado, don Adrián Piera, acaba de publicar una edición completamente renovada de uno de los volúmenes que, hace ya unos años, dedicó a los establecimientos tradicionales madrileños: el correspondiente al barrio de las Musas-plaza Mayor, es decir, la almendra de Madrid. Es un libro escrito por especialistas, de deliciosa lectura y con preciosas ilustraciones que nos muestran, junto a establecimientos ya desaparecidos, otros muchos que perduran. Creo que se puede decir que estas publicaciones de la Cámara han contribuido no poco a la sobrevivencia de estos viejos comercios en un mundo que les es adverso. Tal vez, sobre todo, porque han hecho comprender a muchos ciudadanos que el conjunto del antiguo comercio madrileño es, para la ciudad, tan monumento histórico como puedan serlo iglesias o palacios.

Ya no estamos en la época en que Madrid era, al decir de Ramón Gómez de la Serna "de un desinterés supino". Ya no podría el gran escritor de Madrid decir que el comercio se conformaba "con vender un lápiz en todo el día". Pero estos establecimientos evocan el mundo que describía don Benito Pérez Galdós en Fortunata y Jacinta, cuyo prototipo era aquel Estupiñá que tenía tienda de bayetas y paños en la plaza Mayor: "Por un rato de palique era Estupiñá capaz de dejar que se llevaran los demonios el me jor negocio del mundo... Pertenecía a aquella raza de tenderos de la cual quedan hoy muy pocos ejemplares". Si no perdurara ese antiguo comercio, Madrid no sería Madrid.

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