La crisis en el mercado de deuda presiona los tipos y dificulta la recuperación

La ola, especulativa que desnaturalizó el Sistema Monetario Europeo el pasado mes de agosto se ceba ahora sobre los mercados de deuda occidentales. Esta vez, sin embargo, los gestores de fondos y las tesorerías de las entidades financieras no están consiguiendo precisamente beneficios. Los precios de los activos públicos europeos han caído en torno al 12% desde febrero, y la depreciación del dólar frente al yen ha cogido por sorpresa a muchos inversores. Ello supone una marcha atrás en el abaratamiento de los elevados déficit públicos europeos y una amenaza para la recuperación económica.
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La ola, especulativa que desnaturalizó el Sistema Monetario Europeo el pasado mes de agosto se ceba ahora sobre los mercados de deuda occidentales. Esta vez, sin embargo, los gestores de fondos y las tesorerías de las entidades financieras no están consiguiendo precisamente beneficios. Los precios de los activos públicos europeos han caído en torno al 12% desde febrero, y la depreciación del dólar frente al yen ha cogido por sorpresa a muchos inversores. Ello supone una marcha atrás en el abaratamiento de los elevados déficit públicos europeos y una amenaza para la recuperación económica.

La subida en las rentabilidades, que lleva consigo el desplome de los precios de la deuda, supone un encarecimiento en la financiación de los Estados y de las empresas, un proceso que afecta negativamente a la recuperación de las economías occidentales. Es la pescadilla que se muerde la cola: los temores a que el crecimiento en Europa sea más fuerte de lo esperado y que la inflación sea más alta han provocado tensiones al alza en los tipos de interés a largo plazo lo que, a su vez, puede encarecer los créditos para. las empresas y sus emisiones para financiarse.La opinión recogida entre varios expertos avala este temor. Nicolás Hernández de Asesores Bursátiles, lo explica así: "En Alemania la referencia fundamental para establecer el tipo de los créditos para las empresas es el largo plazo si la crisis dura más tiempo, hará mucho daño al proceso de recuperación de este país y, en consecuencia, a toda Europa". Emilio Ontiveros, de Analistas Financieros Internacionales, cree también que los bancos pueden encarecer sus préstamos para así enjugar las pérdidas que les ha producido tener grandes carteras de deuda.

La desinversión masiva que se está produciendo en los mercados de deuda europeos y estadounidense tiene su origen en un cambio radical de expectativas. El detonante fue la subida de tipos de interés por parte de la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, en febrero pasado. Los mercados lo esperaban pero no tan pronto y con tanta intensidad. De hecho, la recuperación de la economía estadounidense era ya en esa fecha una realidad, sin que todavía hoy se hayan desatado las temidas tensiones inflacionistas.

Pero nada ha resultado como se esperaba. A principios de año, la gran mayoría de los analistas vaticinaban que las bajadas de tipos de interés en Europa iban a seguir beneficiando a sus mercados de deuda. Consideraban que la divisa estadounidense estaba infravalorada respecto del yen y de las moneda! europeas. Confiaban, por tanto, en una apreciación del dólar a medida que se confirmaba el sólido crecimiento de la economía estadounidense.

El descenso del precio del dinero en Europa y la subida en Estados Unidos se han producido, pero sus efectos han sido radicalmente distintos: los precios de la deuda estadounidense y, sobre todo, europea se han desplomado y el dólar se ha depreciado casi un 10% frente al yen y un 6% con respecto al marco.

¿Que fenómenos provocan este cambio? Nadie tiene una explicación única. La mayoría coincide en destacar el temor inflacionista, el hecho de que las economías están creciendo a un ritmo superior al esperado y que "ello coincide con que todos los países tienen déficits públicos elevados", explica Manuel Conthe, director general del Tesoro. Pero, además, la crisis de la primera mitad de año puede obedecer "a que hay mucho nerviosismo y a que los mercados hacen una lectura demasiado pesimimista de lo que supone la salida de la crisis", añade Conthe.Pesimismo

Este pesimismo se arrastra desde principios de año. En 1993 dominó la alegría en el mercado de bonos y los bancos y fondos de inversión cerraron con ganancias históricas. "Todo el mundo esperaba que la bonanza continuara este año y tenían sus carteras llenas de activos públicos europeos", explica Juan Pérez Campanero, de JP Morgan. "Pero algo va mal", añade. En primer lugar, el dólar, cuya debilidad. ha contaminado al resto de los mercados, cae en lugar de subir por el creciente desequilibrio en la balanza por cuenta corriente de Estados Unidos y por la amenaza de guerra comercial con Japón.

Este error de cálculo se está pagando caro, sobre todo, por parte de los llamados hedge funds (fondos de alto. riesgo con dinero de grandes fortunas que invierten a muy corto plazo) que estaban hasta arriba de dólares para beneficiarse de su prevista subida. Cuando además la Reserva Federal decide subir los tipos de, interés, por primera vez en tres años, el precio de los bonos del Tesoro estadounidense comienza a caer al entender los inversores que la Fed se está anticipando a futuras presiones inflacionistas que exigirán intereses más altos.

Algunos de estos grandes fondos han llegado a perder entre el 20% y el 25% de su capital por la caída del dólar y, escaldados, temen por sus inversiones en Europa. Durante los pasados días "cundió la alarma", explica Pérez Campanero. "La impresión era que las mejoras previsibles de los mercados europeos había llegado a su fin". Entonces se desató un proceso imparable. Los fondos venden sus bonos a partir de un nivel llamado stop-loss (precio al que liquidan todas sus posiciones para evitar pérdidas mayores). Venta que a su vez, por su elevado volumen, provocó una fuerte caída. La liquidez del mercado se redujo y las ventas tiraron violentamente el mercado a la baja.

¿Dónde se están refugiando estas grandes cantidades de dinero? Por una parte, la expectativas de recuperación han provocado que los mercados de materias primas se hayan puesto de moda ante la previsión de una mayor demanda. Pero también, la incertidumbre sobre el tipo de cambio dólar / yen y la caída en el precio de la deuda están provocando una fuerte desinversión por parte de los japoneses que optan por repatriar su dinero.

El triunfo de especuladores y 'chartistas'

Como ocurrió con la crisis del Sistema Monetário Europeo, los especuladores han ganado la batalla a los bancos centrales en el temporal que desde principios de año azota los mercados de deuda. Salieron triunfadores contra la rigidez del SME y ahora contrarrestan los esfuerzos de los bancos centrales para sostener al dólar y provocan un efecto en cadena en la deuda.Lo preocupante es que los mercados de deuda se habían mantenido hasta ahora a resguardo de los bandazos especulativos en los mercados de divisas o de valores.Lo sucedido durante la semana que hoy termina ataca así, directamente, a la propia naturaleza de la renta fija: una balsa de aceite donde los inversores más conservadores encontraban la horma de su zapato.

Pero la espectacular pujanza de los fondos de inversión, dispuestos cada vez, a arriesgar más con tal de vencer a la competencia y obtener grandes beneficios en poco tiempo y la libertad de movimientos de capitales, ha contaminado el hasta hace poco apacible mercado de deuda.

Los avances tecnológicos -con gran rapidez se pueden mover grandes cantidades de dinero- ayudan a explicar también lo sucedido durante estos meses. Ya nadie compra ni vende sin consultar a los chartistas, los gurús de hoy en día, que con sus niveles de resistencia, soportes y otras ciencias, se han convertido en verdaderos señores del mercado.

El problema es que todos -gestores de los fondos de inversión, de fondos de pensiones y las tesorerías de los bancos y de las grandes compañías-, están pendientes de ellos y todos esperan su señal para comprar o vender a la vez. Y ello no hay mercado que lo resista. Es el triunfo de la técnica frente a la economía real; de la incertidumbre y el desconcierto frente a la razón.

Muy pocos inversores están ahora a salvo de estos vaivenes. En España, por ejemplo, de cada 100 pesetas ahorradas en una cartera de inversión, más de 90 están invertidas en renta fija y algo menos de diez en renta variable. La caída de precios de los activos públicos que se ha producido desde febrero (en torno a un 12%) tiene, por tanto, un gran impacto en el ahorro nacional.

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