Envejecer en pareja es mejor para la salud

El caso de Fellini, en el que su esposa murió poco después que él, no es un hecho aislado

La actriz Giulietta Masina no soportó perder a su marido, el cineasta Federico Fellini, y tardó sólo cinco meses en morir. Ambos tenían 73 años. ¿Es un hecho insólito? Geriatras, médicos y asistentes sociales saben bien que no. Conocen de sobra los estragos que entre los ancianos genera lo que ellos llaman el duelo. Algunos -sólo algunos- no superan la depresión y mueren en poco tiempo. Aún hay pocos datos científicos sobre todo ello. El más revelador es el obtenido recientemente en uno de los pocos estudios españoles realizados con ancianos, llamado Envejecer en Leganés, que, tras haber entre...

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La actriz Giulietta Masina no soportó perder a su marido, el cineasta Federico Fellini, y tardó sólo cinco meses en morir. Ambos tenían 73 años. ¿Es un hecho insólito? Geriatras, médicos y asistentes sociales saben bien que no. Conocen de sobra los estragos que entre los ancianos genera lo que ellos llaman el duelo. Algunos -sólo algunos- no superan la depresión y mueren en poco tiempo. Aún hay pocos datos científicos sobre todo ello. El más revelador es el obtenido recientemente en uno de los pocos estudios españoles realizados con ancianos, llamado Envejecer en Leganés, que, tras haber entrevistado a 1.300 personas, demuestra que la salud de los casados es mayor que la de los viudos y los solteros.

Las revistas estadounidenses especializadas en geriatría han tratado ya el tema alguna vez. Ellos llaman bereavement (duelo) a ese periodo de tiempo, establecido en un mínimo de doce meses, en el que un anciano hace esa dura travesía del desierto hasta llegar a aceptar la nueva y quizá más dura pérdida de su vida.La geriatra Milagros Cid se resiste a hablar de la muerte del cónyuge como el único origen de "la reacción de duelo". "Los cuadros depresivos se presentan ante la sensación de pérdida de algo", explica. "Esa sensación se puede sentir ante la jubilación, por ejemplo. El hecho de que se vaya un hijo de casa, el abandono de la propia casa para entrar en una residencia o, finalmente, ante la muerte del cónyuge. Esta sensación origina cuadros depresivos que, a su vez, en ocasiones, han venido seguidos de un proceso canceroso, por ejemplo".

La enfermedad de origen psicosomático no es exclusiva de los ancianos. Es algo que se sufre a cualquier edad, explica Milagros Cid. "El problema es que la salud de los más mayores es más frágil".

"Sabemos muy poco de los ancianos", sentencia la epidemióloga María Victoria Zunzunegui, "y tenemos muchos prejuicios sobre ellos. Por ejemplo, creo que es mentira que la sociedad actual los aparque más que antes. Lo que pasa es que ahora hay más en términos absolutos y relativos, lo que es un fenómeno nuevo". María Victoria Zunzunegui habla con conocimiento de causa. Ella dirige uno de los pocos estudios que se están haciendo en España sobre los ancianos. Se llama Envejecer en Leganés y, para hacerlo, se han entrevistado a 1.300 personas a las que se les hará seguimientos posteriores. El trabajo lo financia el Fondo de Investigaciones Sanitarias.

De este estudio saldrán muchas conclusiones, pero de los pocos datos obtenidos hasta el momento se puede afirmar que los que envejecen en pareja suelen gozar de una más saludable situación.

'Razón de ventaja'

La llamada razón de ventaja entre los casados en los apartados de incapacidad es de 2,2 y hasta de 2,5 sobre los viudos y solteros. La incapacidad es la que impide a los ancianos desde asearse sin ayuda hasta bajar a la calle a hacer recados sencillos. Los datos significan que los que han hecho el estudio han encontrado a dos ancianos casados con relativa buena salud por cada uno soltero o viudo. "Aún no podemos establecer la causa-efecto, pero ése es el dato", explica una ayudante de Zunzunegui.

Estos primeros datos arrojan luz sobre una situación estática todavía. Los que trabajan cerca de los ancianos han sido testigos de excepción de muchos procesos de deterioro precipitados por la pérdida del cónyuge. Todos coinciden en hablar de "desorientación". "Sí, al principio de la viudedad se sienten muy desorientados. El choque inicial es muy fuerte y habitualmente les atendemos con más cuidado durante un tiempo", explica Inés Pérez Calahorra, asistente social de la residencia madrileña Nuestra Señora del Carmen.

"Sin embargo, yo no dramatizaría. El anciano tiene la muerte muy asumida y, además, los hay que se sienten liberados cuando pierden a su pareja. He visto muchos casos. Sucede cuando el que muere tenía una larga enfermedad que era un auténtico suplicio para el otro y también cuando la pareja no se llevaba bien. Muchas mujeres han revivido al perder a su marido".

Pero una geriatra como Milagros Cid considera las residencias de ancianos como un mundo aparte. "El deterioro de los ancianos es allí mayor porque la masificación y la sensación de pérdida del entorno es definitiva, dice. "Si la viudedad genera cuadros depresivos en el 30% de los mayores, el porcentaje se eleva hasta el 50 y el 60% en las residencias". El problema de las residencias públicas es que el presupuesto no llega para mantener psicólogos o psiquiatras fijos que atiendan a los residentes.

La experiencia en otra residencia pública de ancianos situada en Villaviciosa (Madrid) ha sido reveladora. Fernando Amado, el director de la misma, advirtió a EL PAÍS que en el centro no había constancia de ningún caso de fallecimiento de un cónyuge inmediamente después de la muerte del segundo. "El golpe es duro, pero aquí, rodeados de gente, pasan mejor el trago", decía Amado, que, no obstante, se brindó a buscar en los archivos la trayectoria de todos los matrimonios que hubieran entrado en la residencia desde que nació en 1976.

Quince días más tarde, con el listado en la mano, el resultado fue sorprendente: De los 36 casos en los que la pareja ya ha fallecido en el centro, seis (el 16,6%) podrían recordar al caso Fellini. De ellos había incluso tres casos fulminantes: el segundo cónyuge había muerto sólo dos meses después del primero.

Establecer la relación causa-efecto es arriesgado, pero aún así, los médicos de la residencia de Villaviciosa hicieron un esfuerzo, rescataron los historiales clínicos de los seis casos y se pronunciaron sobre ellos. Curiosamente, se han atrevido a aventurar la relación en los otros tres casos. Los que murieron en sólo dos meses estaban ya ambos muy deteriorados, han dicho. ¿Fue entonces una pura coincidencia?

Como un carro de una sola rueda

"Sin a muller, vou como un carro c'unha roda sola" ("Sin la mujer, voy como un carro con una rueda sola"). La frase es del abuelo de alguien que no ha olvidado la sentencia."Todo el mundo conoce a alguien que tuvo un abuelo que no resistió la pérdida de la abuela. Pero nos siguen faltando datos", dice María Victoria Zunzunegui. Su estudio podrá establecer en el futuro si la calidad de vida de los ancianos tiene que ver con el nivel de instrucción, con el tipo de trabajo realizado durante la vida activa y con los ingresos.

La ciencia ya ha demostrado que la sabiduría popular tenía razón, que se puede morir de amor. Hace sólo un mes, el endocrinólogo G. Michael Besser lo confirmaba en un congreso científico en Toledo: "La pérdida del marido o la esposa puede originar la respuesta del cerebro, desencadenando una cascada de reacciones hormonales que tienen su expresión en síntomas y signos tanto físicos como químicos".

Establecer cuándo un anciano se ha dejado morir o, simplemente, ha sido víctima de un nuevo y definitivo achaque es una tarea que está por hacer. El propio director de la residencia pública de ancianos de Villaviciosa de Odón sostenía que en su centro no se habían observado casos tan dramáticos, al tiempo que recordaba que su abuelo murió cuatro meses después que su abuela. "Es verdad", añadía, "que todo el mundo conoce a alguien cuyo abuelo o abuela no pudo soportarlo".

"La compañía de un marido no se puede comparar con nada"

Victoria Amaya es viuda desde hace casi dos años. Cuando habla de su marido aún le brotan las lágrimas. "Muchos días me siento ahí en una silla de la cocina y aún creo que le veo aparecer en casa, como siempre". Su matrimonio con Francisco que, además, era primo hermano, duró 53 años. Victoria tiene ahora tres hijos, ocho nietos, un biznieto y una hermana que se ha trasladado a vivir con ella. Pero es rotunda sobre su esposo: "Le echo de menos todo el rato. La compañía de un marido no se puede comparar con nada".Gregorio Cebolla es uno de tantos ancianos a los que la muerte del cónyuge les libera de muchas penalidades. Dos asistentes sociales llegaban cada día a su casa para levantar de la cama a María, una mujer alta y corpachona a la que postró la enfermedad durante doce años. Los dos últimos fueron especialmente duros para Gregorio, que ya ha cumplido los 86 años. "Cada noche me levantaba a cambiarle el dodotis", explica. Gregorio, ágil y fuerte todavía, se ha librado de todo eso, de cuando su mujer le preguntaba "¿cómo te llamas?" y él, paciente, le recitaba nombres hasta que ella volvía a recordar "es verdad, Gregorio. Te llamas Gregorio".

Él ahora se vale por sí mismo para todo, sale a hacer las compras, viaja y pasea con sus amigos. Y, sin embargo, Gregorio Cebolla aún no ha podido encajar la pérdida. Tampoco Gregorio puede reprimir las lágrimas y cuando se le pregunta en qué momentos suele echar de menos a María dice tan rotundo como Victoria: "Todo el rato".

Tampoco Nemesia Santana, de 84 años, se siente liberada ahora que acaba de perder a su marido. Uno de sus yernos asegura que "los abuelos" se llevaban bien, pero "ella siempre salía perdiendo porque el abuelo era muy machista". A Juan José, que sufrió una trombosis, le cortaron una pierna. Los últimos meses fueron muy duros para Nemesia. Pero sólo ha salido de casa un par de veces -para ir al médico- desde que murió Juan José el 12 de marzo pasado. Y asegura que no tiene ninguna intención de salir más en el futuro.

Ninguno de los tres admite que su avanzada edad les ha facilitado afrontar el trance mejor, como opinan algunos especialistas. El caso del premio Nobel Severo Ochoa, que hizo constantes declaraciones sobre la dura pérdida de su esposa, Carmen Grande Covián, pone de relieve que no siempre la edad endurece tanto como se cree.

En la residencia de ancianos Virgen del Carmen, de Colmenar Viejo, aún recuerdan con ternura la historia de Elías, que cayó en una profunda depresión tras perder a su mujer. No tardó mucho en reunirse con ella.

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