Tribuna:

Rusia no desea o jugar a la ruleta rusa

La guerra civil en el territorio de la desmembrada URSS es una realidad trágica que ya no se discute en Rusia. Pero la posibilidad de una guerra civil en la misma Rusia es un tema que se pone en duda alegando la memoria genética de los rusos, que en la primera guerra civil perdieron a decenas de millones de compatriotas, lo que, según muchos, preserva a la generación actual del fratricidio.Sin embargo, las contradicciones de la vida actual rusa se acumulan con tanta velocidad y el papel dirigente del Estado decae tan rápidamente que un estallido de la violencia civil no sólo es posible, sino q...

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La guerra civil en el territorio de la desmembrada URSS es una realidad trágica que ya no se discute en Rusia. Pero la posibilidad de una guerra civil en la misma Rusia es un tema que se pone en duda alegando la memoria genética de los rusos, que en la primera guerra civil perdieron a decenas de millones de compatriotas, lo que, según muchos, preserva a la generación actual del fratricidio.Sin embargo, las contradicciones de la vida actual rusa se acumulan con tanta velocidad y el papel dirigente del Estado decae tan rápidamente que un estallido de la violencia civil no sólo es posible, sino que ya tuvo lugar en octubre del año pasado, cuando en Moscú, en pleno centro de Rusia, unos rusos mataron a otros rusos con cañones y ametralladoras, mientras el pueblo guardó un silencio lúgubre, sin condenar lo ocurrido.

Los nudos principales de las peligrosas contradicciones preñadas de catástrofe son conocidos. Se trata, ante todo, de las contradicciones entre el centro y las regiones, que están o por separarse de Rusia, como Chechenia, o que guardan con el centro sólo los vínculos aparentes, como Tatarstán. El centro, viendo en ello un peligro del desmoronamiento de sus territorios, guarda como último argumento la fuerza militar, lo que inevitablemente llevará a conflictos civiles en las vastas tierras del Cáucaso y del Volga, socavando los territorios vecinos, llenos de detonantes.

Los conflictos entre regiones ya degeneraron en Ingushetia y en Osetia del Norte en matanzas sangrientas. En la misma Rusia rusa estos conflictos, vinculados con el monopolio regional sobre el petróleo, los alimentos, las fuentes de energía, agravados por el egoísmo de las élites regionales, la insaciabilidad y agresividad de las mafias locales, con las cuales están involucrados los jefes de las circunscripciones militares, pueden concretarse en acciones de fuerza para conservar los monopolios y reprimir a los vecinos.

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La muerte vertiginosa de la economía, el colapso de las regiones antes civilizadas y florecientes acumula el descontento masivo, presagia huelgas, sabotajes, el corte de las arterias de comunicación, el bloqueo de los oleoductos y centrales eléctricas. Esto provocará inevitablemente una reacción forzosa y punitiva del centro, y llevará a derramamientos de sangre, a un estallido social en el cual podrán arder las nuevas capas burguesas y las masas populares lumpenizadas, que tanto se odian y están listas para una revancha social.

En el mismo centro, los grupos que rodean al presidente están carcomidos por una hostilidad irreconciliable que después de Borís Yeltsin desembocará inevitablemente en una confrontación abierta, la cual, involucrando a varios grupos financieros, a potenciales económicos de diferente orientación y a partes del Ejército escindido, llevarán directamente a una guerra civil de gran escala que irá aumentando desde el centro hacia la periferia.

La caducidad de toda la esfera técnica, de la maquinaria de las centrales nucleares, de las producciones químicas y de los sistemas militares que controlan los pozos de los misiles, la falta de polígonos nucleares, donde las explosiones profilácticas podrían comprobar la validez y seguridad de las cargas nucleares: todo esto está preñado de enormes catástrofes tecnológicas potenciales. Tales catástrofes, en condiciones de sobreexcitación social, harán que la situación en Rusia se torne incontrolable, eliminarán toda influencia del centro, hundirán en un caos social y militar a enormes territorios donde actúan agrupaciones rivales semicriminales y ex jefes militares que ya abundan en varias empresas comerciales de la Defensa, participando en la explotación de las materias primas locales, las finanzas y la industria.

La opresión de los rusos en las repúblicas vecinas, sobre todo en Kazajstán y Ucrania, está también preñada de guerra y sangre, y los últimos sucesos en Crimea, los conflictos alrededor de la Flota del Mar Negro, evidencian la posible escala nuclear de estos conflictos, que no podrán ser locales y que inevitablemente desencadenarán en una guerra civil por todo el perímetro de la truncada Rusia actual.

Todo lo dicho no presenta una fatalidad inevitable, sino que subraya los nudos peligrosos de las contradicciones a las que habrá que aplicar varios tipos de arreglo para tomar bajo control los conflictos y hacerlos regulables.

Como un intento de evitar la catástrofe podría considerarse el proyecto nacional Pacificación, que incluye la concertación de la Carta de la Concordia, una especie de pacto de no agresión que frenará las pasiones políticas a base de un compromiso colectivo. Existen diferentes variantes de este proyecto: el Acuerdo Social propiciado por Yeltsin o la Concordia en Nombre de Rusia, impulsada por la oposición patriótica y de la que forman parte los máximos partidos de la oposición, destacados políticos, artistas, personalidades públicas. El contorno de este movimiento es mucho más amplio que aquel que desarrollaba la oposición antes de los sucesos sangrientos del otoño pasado. En este nuevo contorno entran muchos centristas, liberales que antes colaboraban con el régimen, pero que después de sobrevivir al shock del bombardeo del Parlamento se separaron del poder gobernante.

En el corazón de la Concordia en Nombre de Rusia se forma un Gabinete paralelo, existe una concepción de estabilización económica y política, un plan de purificación moral de la sociedad y de la concordia real de todas las capas de Rusia en crisis. En este movimiento no hay sitio sólo para aquellos que están manchados de sangre, que están involucrados en fusilamientos y matanzas criminales. Este movimiento que se presenta ahora como un sujeto político colectivo, en los próximos tiempos celebrará su congreso nacional y nombrará a su líder, que será su pretendiente al puesto presidencial.

Hoy se puede asegurar que el curso político declarado hace cinco años único e inevitable, ese curso que llevó al desmembramiento del imperio, a la decadencia de la economía, de la sociedad y de la moral, que engendró múltiples contradicciones trágicas y sangrientas, está condenado y Rusia lo rechaza. Pero sus consecuencias son tan grandes y la dinámica de la desintegración es tan vertiginosa que sus secuelas repercutirán durante decenas de años. Los políticos de la nueva ola tendrán que sufrir la presión de la catástrofe y no es seguro que la soportarán. Muchos se perderán, aniquilarán su renombre político, pero, tal vez, la avalancha del calvario ruso será frenada y el tiempo histórico, ganado en el periodo de la transición, permitirá salir a la arena a los políticos de la nueva generación, libres de oportunismo, de extremismo, de utopía sentimental, y Rusia, al fin y al cabo, tendrá un poder digno de ella que, apoyándose en la tradición milenaria del país, se dedicará a su resurgimiento.

es ideólogo del movimiento nacionalista ruso.

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