Tribuna:

Ella siempre dice no

Cuando Pili salía de la oficina se llevaba una revista de la salita de espera para leer en el metro. Se bajaba en Tribunal y se dirigía a La Vía Láctea, en la calle de Velarde, donde había baile por las tardes.En el baño de mujeres se arreglaba con mucho cuidado. Ella sabía que no era guapa, ni tampoco fea. Tenía 18 años.

El baile era divertido, había muchos chicos y la música era buena. En el mostrador pidió un refresco y se puso a mirar.

El primer chico que sé le acercó llevaba gafas, pero se notaba que hacía deporte.

-¡Hola! -le dijo- ¿Te apetece bailar un poco?

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Cuando Pili salía de la oficina se llevaba una revista de la salita de espera para leer en el metro. Se bajaba en Tribunal y se dirigía a La Vía Láctea, en la calle de Velarde, donde había baile por las tardes.En el baño de mujeres se arreglaba con mucho cuidado. Ella sabía que no era guapa, ni tampoco fea. Tenía 18 años.

El baile era divertido, había muchos chicos y la música era buena. En el mostrador pidió un refresco y se puso a mirar.

El primer chico que sé le acercó llevaba gafas, pero se notaba que hacía deporte.

-¡Hola! -le dijo- ¿Te apetece bailar un poco?

-No -contestó ella-. Gracias.

-¿No? -el chico parecía extrañado-. Sólo te estoy pidiendo bailar, no creas que es otra cosa.

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-Ya lo sé, y por eso te doy las gracias -añadió ella.

Siguió con su refresco. La gente no paraba de moverse en la pista, el baile estaba a tope. Hubo un momento en que Pili se quedó sola en la barra, todo el mundo bailaba sin necesidad de buscarse pareja. Así eran las cosas.

Otro chico le habló, llevaba cola de caballo y era muy guapo, de parecida edad a la suya.

-Oye, ¿quieres bailar?

-No, lo siento. Muchas gracias.

-¿No? ¿Y por qué?

Ella negó con la cabeza y sonrió para que el chico notara que no estaba enfadada. El chico le sonrió también y abrió los brazos en un gesto de resignación.

A las nueve y media se acabó el baile y encendieron las luces, preparando el local para la noche de copas que empezaba entonces. La mayoría comenzó a marcharse y Pili pagó su refresco, salió del local y caminó hasta su, casa, en la calle de Monteleón, a dos pasos.

Allí ayudó a su madre a hacer la cena y a lavar los platos, luego preparó su ropa para la oficina, arregló su cuarto y se puso a ver la televisión junto a su madre, su padre y sus tres hermanos mayores. A las doce se fue a la cama.

Al otro día le dije a Venancio, el camarero de La Vía Láctea:-te has fijado en esa chica, Venancio?

¿Cuál? -me preguntó.

Señalé a Pili.

-Las hay mejores -añadió Venancio- Pero es joven, eso sí, y parece sana.

-No, no es eso. ¿Es que no te has fijado? Lleva viniendo desde hace una semana y siempre les dice a los chicos que no quiere bailar. ¿No te parece un poco raro?

Venancio se fijó mejor.

-Ya sé quién es -dijo- Se llama Pili y hace lo mismo en todas partes. Antes, cuando trabajaba en El Mago, también iba por allí y hacía lo mismo, se ponía en el mostrador y le decía a todo el mundo que no quería bailar. El Iñaqui, que está ahora de encargado en El Vaivén, me dijo que también la había visto hacer lo mismo en el Café del Foro. Ya ves qué tía tan rara, lo que uno no vea por aquí...

Pili seguía en el mismo rincón del mostrador, con su vaso de refresco a medio terminar, observando cómo los chicos y chicas de su edad se retorcían en la pista de baile. Llevaba un vestido parecido al del otro día y creí que le brillaban los ojos. Esperé unos instantes y otro chico se le acercó con la misma petición yella lo rechazó.

-¡Hola! -le dije.

-No bailo, gracias.

-No te voy a sacar a bailar, soy bastante mayorcito para eso. ¿Por qué dices siempre que no?

Tardó un poco en decírmelo, pero al final me lo confesó. Me dijo que estaba cansada de decirle a su jefe que sí, a su padre que sí, a sus hermanos y a todos los hombres, y que necesitaba de vez en cuando decir que no. Que decir no era muy hermoso y muy bonito, y que cuando hubiera dicho que no lo suficiente, quizá volvería otra vez a decir que sí.

Juan Madrid es escritor.

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