Tribuna:

Rústico patrón

Encomendémonos hoy, que buena falta nos hace la ayuda de lo alto, al rústico patrón de Madrid, con motivo de su fiesta. Cuando andan mal las cosas en la Tierra, el Cielo se postula para recomponerlas. Imagino a Isidro, humilde, austero, honrado a carta cabal, sentado en su celeste pradera o acaso sesteando como el día aquel en que unos ángeles araron el predio que él tenía a su cargo para evitar que su señor Iván de Vargas le reprendiera. Mirando a su atribulado Madrid, pensará Isidro: "No, si al final acabaréis pidiendo mi intercesión".Siempre me llamó la atención que una urbe como Madrid tuv...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Encomendémonos hoy, que buena falta nos hace la ayuda de lo alto, al rústico patrón de Madrid, con motivo de su fiesta. Cuando andan mal las cosas en la Tierra, el Cielo se postula para recomponerlas. Imagino a Isidro, humilde, austero, honrado a carta cabal, sentado en su celeste pradera o acaso sesteando como el día aquel en que unos ángeles araron el predio que él tenía a su cargo para evitar que su señor Iván de Vargas le reprendiera. Mirando a su atribulado Madrid, pensará Isidro: "No, si al final acabaréis pidiendo mi intercesión".Siempre me llamó la atención que una urbe como Madrid tuviera a un labriego por tanto protector. Y es que es patrón desde el tiempo en que, antes de ser capital, Madrid era un burgo mesetario, el "poblachón manchego" que aún quiso ver aqui don Pío Baroja. Basta subirse a una altura o atalaya del centro de la ciudad para comprobar, viendo los viejos tejados del case río, que Madrid conserva aún un último resto de cuando era un pueblo del partido judicial de Al calá de Henares.

Madrid tiene vicios metropolitanos y virtudes rurales. Las virtudes de Isidro, santito sin pretensiones de excelsa santidad, legal como el que más, muy sociable y educado, buen conversador y que hacía milagros muy comunes: salvar a un niño que había caído a un pozo, resucitar al asno de un pobre campesino y hacer morir al lobo que lo había matado. 0 hacer manar agua de una pena para dar de beber al sediento. Se casó, Isidro Merlo y Quintana, que con tan común nombre era conocido, con una muchacha de Torrelaguna, María de la Cabeza, quien se contagió de su santidad. A María se le recuerda un milagro de lo más castizo. Un día, viniendo los esposos hacia Madrid, tuvieron que cruzar el Jarama, que venía muy crecido. Ella, tranquilamente, tendió su mantilla sobre las revueltas aguas y así pudieron vadear el río.

Con el tiempo, la fama de Isidro cruzó también el charco y le nombraron patrón de un pueblo mexicano. Allí se hicieron un lío con la historia de su humilde vida y le rezan así: "Bendito san Isidro Labrador, padre putativo de Jesús, María y José, que un puntito le faltó para ser Madre de Dios". No pretendía tanto san Isidro, por más que le proclamaran patrón de una gran capital. Su cuerpo, incorrupto, se conserva en el altar mayor de la iglesia que lleva su nombre, en la calle de Toledo. ¡Isidro bendito, ruega por nosotros!

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En