Tribuna:

Pene de tígre

La restauración madrileña es rica en calidades y vasta en contenidos. Allí desde la suave merluza del pincho hasta el gallo chipirón; desde la silla de ternera al redondo de espaldilla; desde los huevos. revueltos al ajillo de setas. Y dispone también de exóticos menús, con sofisticadas preparaciones, según los distintos gustos y las contrapuestas manías de los habitantes del planeta Tierra.La oferta no es completa, sin embargo, pues falta un entrante fundamental, que causa furor en Asia: la sopa de pene de tigre. Quienes la probaron se hacen lenguas de su sabor, pero sobre todo de la potencia...

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La restauración madrileña es rica en calidades y vasta en contenidos. Allí desde la suave merluza del pincho hasta el gallo chipirón; desde la silla de ternera al redondo de espaldilla; desde los huevos. revueltos al ajillo de setas. Y dispone también de exóticos menús, con sofisticadas preparaciones, según los distintos gustos y las contrapuestas manías de los habitantes del planeta Tierra.La oferta no es completa, sin embargo, pues falta un entrante fundamental, que causa furor en Asia: la sopa de pene de tigre. Quienes la probaron se hacen lenguas de su sabor, pero sobre todo de la potencia viril que genera y del apetito sexual que despierta.

Los restaurantes asiáticos la cobran cara. Entiéndase: no es lo mismo cazar un tigre que despendolar un pollo. De manera que sumados los costos de la cacería y del sofrito, salarios y seguridad social, el plato de sopa de pene de tigre sale por 45.000 pesetas, más IVA.

Demasiado precio es ése, sin embargo, para un manjar que, siendo desconocido en los madriles, puede llegar adulterado al plato. Si algunas veces dan breca por besugo, borrega por lechal, gato por liebre, tan cotidianos y familiares, con mayor motivo podrían dar carajo de burro por pene de tigre. La gente es muy desaprensiva.

Mejor avío hace la mariscada, cuyas propiedades organolépticas y afrodisíacas son sobradamente conocidas. Por esas 45.000 pesetas uno se puede poner de centollos, de gambas y de percebes hasta la bandera, ayudar el condumio con una jarra de Albariño y salir a la calle más valiente que un samurai.

Ahora bien; si de ahorrar se trata, hay una solución alternativa que descubrieron nuestras madres en los años míseros de la posguerra. Las amas de casa hacían magia en la cocina, y con un octavo de aceite, un puñado de garbanzos, un hueso cana y un grifo, obraban el prodigio de crear un cocido madrileño. El hueso lo metían en el puchero atado con un cordel, lo sacaban a media sustancia y lo guardaban en la fresquera. Había huesos que duraban meses, a hervor diario.

La receta vale para la sopa de pene de tigre: se introduce un ratito en el puchero el pene de tigre atado a un cordel, se saca y se guarda en el congelador, hasta la próxima. Bueno, quizá ese caldo no ponga a cien, pero si se trata de hacer curritos, con cincuenta bastan.

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