Tribuna:

La corrupción está de moda

La corrupción está de moda. En las conductas, al parecer. Y en la conversación, desde luego. La moda en la conversación es universal; como la minifalda. La de las conductas es sólo de los más osados, como puede suceder con lo más atrevido. Y quizá no llegue a la universidad nunca. Esperar y ver. La gente que habla, en general, está indignada y escandalizada. ¿De qué? De que alguien aproveche el cargo para enriquecerse. O de que se enriquezca y no pague a Hacienda. Todo mezclado. Porque lo que a la gente le fastidia, de verdad, es que alguien se enriquezca con rapidez en un cargo público.Y tien...

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La corrupción está de moda. En las conductas, al parecer. Y en la conversación, desde luego. La moda en la conversación es universal; como la minifalda. La de las conductas es sólo de los más osados, como puede suceder con lo más atrevido. Y quizá no llegue a la universidad nunca. Esperar y ver. La gente que habla, en general, está indignada y escandalizada. ¿De qué? De que alguien aproveche el cargo para enriquecerse. O de que se enriquezca y no pague a Hacienda. Todo mezclado. Porque lo que a la gente le fastidia, de verdad, es que alguien se enriquezca con rapidez en un cargo público.Y tienen razón. Es una vergüenza. Pero la corrupción es mucho más que eso. Es el uso del poder político para fines distintos del cumplimiento estricto de la función de ese poder. Hay quien lo usa para financiar al partido o la campaña electoral, eso ya indigna menos. Al fin y al cabo, desde Robin Hood a Luis Candelas, en el sentir de mucha gente el buen fin desinteresado justifica muchos medios. Hay quien lo usa para colocar a correligionarios en detrimento de otros sujetos con ideología diferente. O para darles contratos. O apoyos públicos. O promociones en el trabajo. Esto es corrupción. Pero genera menos consternación. O al menos la gente no se indigna tanto. Lo mismo que no hay derechos humanos buenos y derechos humanos malos, a la hora de indignarse por su vulneración, yo creo que no hay corrupción buena y corrupción mala. La buena es un atentado a la libertad, tanto como la otra. Y además, es la raíz de toda corrupción, y la que deja al titular del poder en desairada situación a la hora de lanzar el rayo vengador que calma la indignación pública por el enriquecimiento injusto de algunos. ¿O es que la ley se aplica en unos casos y no en otros?

Por eso me llena de hipocondríacos sentires ver que en algunos casos se aplica la ley de la protección a ultranza y en otros la ley de Lynch. Una vez que se ha pillado a un sujeto con las manos en la masa, si es que se le ha pillado, la utilización de la santa indignación para cubrir la lenidad mostrada en otros casos es uno de los más penosos espectáculos a que se ha podido asistir. Una representación que desnuda la condición humana, como las buenas obras de teatro. La baja condición humana. Un sujeto que utiliza su poder de control político para insultar al controlado. Un acusador que hace procaz exhibición pública de su celo, hasta entonces tan reprimido. Todas las corrupciones son probablemente malas, al menos, en mi opinión. Contra todas hay leyes. No se puede entre unos y otros, entre los afectados. La igualdad en la aplicación de las leyes es un principio básico de convivencia en libertad. Está en la raíz misma del sentimiento de justicia. Y, por favor, quien pueda, contenga a los esbirros dispuestos a hacer méritos. Pero es mucho más importante el futuro que el pasado. La represión no es el único medio ni el principal para evitar que la corrupción se produzca.

Ahora se van a tomar medidas. Judiciales, la mayoría (será que las deficiencias judiciales alimentan la corrupción): Por ejemplo, crear una fiscalía especial. Hace poco más de un mes estuve en la dependencia de la policía judicial en el Palacio de Justicia de Sevilla; tenía que confirmar una denuncia, sobre cuestión de propiedad intelectual que nos afecta »a algunos autores de un libro. Les diré algo de lo que vi: una oficina destartalada, en la que trabajan doce funcionarios de policía más uno: el jefe. Tiene un solo teléfono; no una sola línea, sino un solo aparato para una sola línea. La máquina en que se escribía mi declaración es un artilugio venerable, en el que se hace copia con papel carbón. No hay telefax, ni fotocopiadora, ni calculadora ni radio ni, por supuesto, ninguna suerte de ordenador. Espartano ambiente. Me vino una interrogación: ¿cuántos de los casos sonados de corrupción han sido descubiertos por los medios normales de los aparatos públicos? Ahora viene la fiscalía especial. Sugiero que, al menos, se la dote de suscripciones a los periódicos y de un aparato de transistores para oír las radios comerciales. Así tendrán más probabilidades de enterarse pronto. No sean tacaños.

Y sobre todo: persigan lo que deban; pero eviten que haya materia perseguible. Está en su mano, si de verdad quieren.

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