Las dificultades de una homologación necesaria

La mayor polémica que ha rodeado a la tarjeta sanitaria desde sus proyectos pilotos de implantación en España en 1989 ha sido el soporte informático elegido por la Administración. Para este tipo de documentos los sistemas utilizados son el chip y la banda mágnetica. El chip o microporcesador electrónico puede almacenar gran cantidad de información y actuar incluso como un ordenador. Este tipo de sistema se utilizó como pase de entrada en la Exposición Universal de Sevilla y en otra variante se encuentra en las tarjetas telefónicas.La banda magnética apenas graba unos pocos datos y no tiene cap...

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La mayor polémica que ha rodeado a la tarjeta sanitaria desde sus proyectos pilotos de implantación en España en 1989 ha sido el soporte informático elegido por la Administración. Para este tipo de documentos los sistemas utilizados son el chip y la banda mágnetica. El chip o microporcesador electrónico puede almacenar gran cantidad de información y actuar incluso como un ordenador. Este tipo de sistema se utilizó como pase de entrada en la Exposición Universal de Sevilla y en otra variante se encuentra en las tarjetas telefónicas.La banda magnética apenas graba unos pocos datos y no tiene capacidad de incluir, por ejemplo, historias clínicas ni información complementaria del usuario de la prestación sanitaria, aparte de sus datos personales. Este fue el sistema elegido para las tarjetas, con el agravante que cada Administración con competencias en sanidad ha utilizado un código informático -parámetros de identificación de los clientes-, diferente.

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En la práctica, esta circunstancia ha hecho imposible el intercambio de información. Más del 70% de la población atendida por el Insalud ya dispone de esta tarjeta y en otras comunidades casi el 100%.

Lla solución se ha querido empezar a dar a partir de un consejo interterritorial de salud, el pasado mes de diciembre, en el cual se decidió empezar a homologar la información, algo que en otros países europeos se hizo antes de emitir la primera. La recomendación de las autoridades europeas en este sentido es empezar por homologar la información en todo el territorio, en segundo lugar buscar el soporte con mayores posibilidades tecnológicas, y en tercer lugar asegurar la existencia de terminales de lectura de esa información.

Las primeras tarjetas sanitarias están a punto de caducar. Su vigencia actual es de tres años. Acomodar las próximas conforme a los criterios de la Unión Europea es el objetivo de un grupo de especialistas, el Grupo Ibérico de Expertos en Tarjetas Sanitarias (GIETS), constituido hace unos meses bajo el auspicio de la Fundación Rey Alfonso XIII. Su intención de formular un modelo español que venza finalmente todas las barreras geográficas y tecnológicas.

El problema de la homologación de la información no sólo afecta a las relaciones interautonómicas, sino en un futuro a las posibilidades de uso de la tarjeta en otros países europeos, tema sobre el que previsiblemente habrá pronto una directiva comunitaria.

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