Acostumbrados a la gloria

Los dueños de los establecimientos citados por The New York Times se declaran acostumbrados a la gloria de salir en los papeles. "Tenemos carpetas enteras de recortes", explica sin emoción Agustín Verdasco, uno de los dueños del restaurante La Bola (calle del mismo nombre), donde, desde hace 125 años, se prepara cocido madrileño en puchero individual y cocinado con carbón de encina. Rufino Rodeiro, un gallego que desde Casa Patas (calle de Cañizares, 10) intenta -ya lleva seis años- que a Madrid el flamenco le entre por las orejas -y no por los ojos como ocurre en los tablaos del c...

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Los dueños de los establecimientos citados por The New York Times se declaran acostumbrados a la gloria de salir en los papeles. "Tenemos carpetas enteras de recortes", explica sin emoción Agustín Verdasco, uno de los dueños del restaurante La Bola (calle del mismo nombre), donde, desde hace 125 años, se prepara cocido madrileño en puchero individual y cocinado con carbón de encina. Rufino Rodeiro, un gallego que desde Casa Patas (calle de Cañizares, 10) intenta -ya lleva seis años- que a Madrid el flamenco le entre por las orejas -y no por los ojos como ocurre en los tablaos del circuito turístico- se teme lo peor tras la información aparecida en el diario norteamericano. "El problema", señala, "es que se nos llene el local de turistas. El calor que da al artista el verdadero aficionado no lo da el cliente de paso".

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Concepción González, propietaria de la Cervecería Alemana (plaza de Santa Ana), se apresura a atestiguar: "He escuchado la noticia por la radio y he pensado: seguro que venimos nosotros porque solemos venir siempre. Hemos salido en televisión, en periódicos y hasta hay libros sobre la historia de la cervecería". No en balde eran alemanes quienes fundaron la que fue -hace más o menos cien años- la primera cervecería que se instalaba en la capital. Concepción es la única que conocía la reseña del Times, aunque el resto estaba sobre aviso ya que hace dos semanas un fotógrafo inmortalizó los locales.

Aunque también es casi centenaria, la taberna taurina Casa Puebla (Jorge Juan, 54) resulta menos frecuentada por turistas. "Aquí viene la gente del toreo, también artistas; y los que vienen de fuera es porque alguien de aquí les trae", explica Teresa Puebla, nieta del fundador.

Menos escéptica se mostraba ayer una trabajadora de la sala Morocco (Leganitos, 8), que confesaba lo mucho que gusta salir reseñado en un periódico importante. Hasta ahora el éxito de este disco-cabaré se basa en su clientela fija, aunque hay gente de fuera que acude por si se encuentra con algún famoso.

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