Muertos de frío junto a la ribera del Drina

Ancianos y niños que han perecido de frío, sometidos a temperaturas de muchos grados bajo cero, y civiles desesperados que han talado árboles para conseguir leña han convertido este valle de Bosnia oriental en un museo del horror. A orillas del río Drina, frontera con Serbia, los 60.000 habitantes de Gorazde sufren desde hace casi dos años el quizás más horrible cerco de esta guerra de los Balcanes. Una muy esporádica llegada de ayuda humanitaria, que ha hallado miles de obstáculos de los sitiadores serbios, y la prohibición de entrada de periodistas significan que las dimensiones de la traged...

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Ancianos y niños que han perecido de frío, sometidos a temperaturas de muchos grados bajo cero, y civiles desesperados que han talado árboles para conseguir leña han convertido este valle de Bosnia oriental en un museo del horror. A orillas del río Drina, frontera con Serbia, los 60.000 habitantes de Gorazde sufren desde hace casi dos años el quizás más horrible cerco de esta guerra de los Balcanes. Una muy esporádica llegada de ayuda humanitaria, que ha hallado miles de obstáculos de los sitiadores serbios, y la prohibición de entrada de periodistas significan que las dimensiones de la tragedia de Gorazde sólo se conocerán cuando, algún día, termine el conflicto.Sin apenas presencia de cascos azules y aprisionados entre el Drina y altísimos montes, los vecinos de Gorazde y de las aldeas próximas viven desde la primavera de 1992 en unas condiciones infrahumanas. Con las conducciones de agua y los suministros de electricidad destrozados por los bombardeos, con un pequeño hospital colapsado y sin recibir víveres, Gorazde entró en un infernal túnel del tiempo. Soldados que han recorrido a caballo los alrededores montañosos de la ciudad para conseguir alimentos, gentes que se han echado al monte para sobrevivir como alimañas y algunas víctimas del hambre y del frío definen esta olvidada y espeluznante catástrofe.

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