La morbosa muerte de un diputado 'tory', agudiza los problemas políticos de Major

El cadáver de Stephen Milligan, diputado conservador británico de 45 años, fue hallado el lunes en la cocina de su domicilio londinense. Vestía liguero y medias de mujer, y una bolsa de plástico le cubría la cabeza. Un cable eléctrico de espiral estaba ceñido al cuello, con uno de los extremos cerca de una mano. La primera autopsia descartó la muerte por asfixia. "Puede tratarse de asesinato, suicidio o accidente", dijo Scotland Yard. Para el Gobierno, empeñado desde octubre en una cruzada moral, el caso Milligan es un nuevo y terrible problema.

Los detectives encargados del caso viajar...

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El cadáver de Stephen Milligan, diputado conservador británico de 45 años, fue hallado el lunes en la cocina de su domicilio londinense. Vestía liguero y medias de mujer, y una bolsa de plástico le cubría la cabeza. Un cable eléctrico de espiral estaba ceñido al cuello, con uno de los extremos cerca de una mano. La primera autopsia descartó la muerte por asfixia. "Puede tratarse de asesinato, suicidio o accidente", dijo Scotland Yard. Para el Gobierno, empeñado desde octubre en una cruzada moral, el caso Milligan es un nuevo y terrible problema.

Los detectives encargados del caso viajaron ayer a Edimburgo (Escocia) para interrogar al futbolista local Justin Fashanu, quien declaró a un periódico popular haber tenido relaciones sexuales con dos ministros, cuyos nombres no citó. Un portavoz policial declinó que Fashanu tuviera "ningún nexo" con el caso Milligan.Milligan era un diputado novato, de la última hornada, pero le habían bastado 21 meses en el escaño para labrarse un futuro prometedor. Partidario de la integración europea, centrista en lo económico y muy identificado con John Major, empezaba a figurar en las listas de futuros ministros. Su brillante carrera como periodista, durante la que ocupó cargos de responsabilidad en medios tan prestigiosos como The Economist, The Sunday Times y BBC, le proporcionó un sólido bagaje de experiencias.

Pocos días antes de su fallecimiento, Milligan apareció en un informativo de máxima audiencia para señalar que la cruzada moral de John Major tenía mucho que ver con la moralidad personal de los políticos. Su desgraciada muerte se convirtió inmediatamente en un nuevo borrón sobre la clase política, particularmente la conservadora, y se sumó a la cadena de despropósitos de la cruzada de Major, la llamada back to basies (vuelta a los principios): un subsecretario de Transportes con cinco amantes, un subsecretario de Administración Local con dos hijos naturales, un portavoz ante los Lores cuya infidelidad acabó llevando a su mujer al suicidio... Demasiado para una sociedad tan hipócrita en esto como la británica, y para un Gobierno tan débil y tan desafortunado como el de Major, que, amén de otros daños, vio ayer aún más reducida su mayoría parlamentaria de 17 escaños.

Tanto el primer ministro como el presidente del Partido Conservador, Norman Fowler, insistieron en que la muerte de Milligan era "una tragedia personal". "No puede afectar de ninguna manera al Gobierno", afirmó Fowler, perfectamente consciente de lo contrario; esto es, de que el Gobierno no podrá escapar, durante un largo tiempo, a la sombra espesa. El diputado era, por si faltaba algo, secretario personal del subsecretario de Defensa: no faltó ayer quien sugirió un trasfondo de espionaje y chantajes.

Millígan, soltero, vivía solo. Su secretaria, alarmada por su incomparecencia a una cita matutina, se presentó en su domicilio sobre las cuatro de la tarde del lunes; nadie le abrió la puerta. Una periodista del Dady Telegraph que había mantenido una larga relación sentimental con Milligan le indicó, dónde podía encontrar una llave, oculta junto a la puerta para casos de emergencia.

La policía calificó de "no descartable" que se tratara de un accidente. La bolsa de plástico y el cable en espiral podrían haber sido accesorios utilizados en una arriesgada masturbación sadomasoquista, pues la falta de oxígeno en el cerebro incrementa el placer sexual.

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El conjunto de medias y liguero, aunque exótico, no resulta aditamento fuera de lo normal en las, prácticas amatorias de la clase alta inglesa.

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