El oso Guinness

El Ayuntamiento encargó la elaboración de un gigantesco roscón para ayudar a la asociación Aldeas Infantiles y entrar, de paso en el Libro Guinness de los récords. Pero además de estos objetivos, logró, sin querer, un tercero: que la sorpresa que llevaba el bollo fuera también la mayor de la historia de la pastelería, un plantígrado de casi dos metros, el conocido oso antimorosos que persigue desde hace un mes al alcalde para recordarle su deuda con los funcionarios.José María Álvarez del Manzano tuvo que comer el roscón entre los abucheos de los sindicalistas, el agobio de los m...

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El Ayuntamiento encargó la elaboración de un gigantesco roscón para ayudar a la asociación Aldeas Infantiles y entrar, de paso en el Libro Guinness de los récords. Pero además de estos objetivos, logró, sin querer, un tercero: que la sorpresa que llevaba el bollo fuera también la mayor de la historia de la pastelería, un plantígrado de casi dos metros, el conocido oso antimorosos que persigue desde hace un mes al alcalde para recordarle su deuda con los funcionarios.José María Álvarez del Manzano tuvo que comer el roscón entre los abucheos de los sindicalistas, el agobio de los medios de comunicación, el dispositivo de seguridad, los invitados al acto y la presión que ejercían los madrileños que se habían agolpado en la Puerta del Sol degustar el pastel.

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El mayor roscón del mundo se dividió en cientos de trozos. Elaborado con 1.800 huevos, 600 kilos de harina, 120 kilos de mantequilla, 110 de azúcar y litros de ron y agua de azahar, el bollo tenía una longitud de 15 metros. Pesaba 1.145 kilos y, sin embargo, en menos de dos horas, apenas quedaban rastros visibles de él.

"Están, destrozando el roscón", gritaban unos ciudadanos hartos de esperar que la comitiva municipal terminase de dar buena cuenta del bollo. "Creo que le falta algo de azúcar", decía el concejal del distrito de Chamartín, Miguel Cantos. "Pues a nosotros nos gusta", acordaban el alcalde y otros dos ediles con las migas en los dedos.

"Por favor, dejen un hueco que Los del Río van a cantar", gritó alguien. "Es para un programa de televisión, señora". "Me da igual, aquí no hay sitio para tanta gente", respondía. Mientras, el oso bailaba al ritmo de Amigos para siempre utilizando su maletín a modo de pandereta. En mitad de la plaza había un gran pastel.

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