Madrid es Cuatro Caminos y "el veinte"

Imán es un zascandil con los ojos bien abiertos, la más inquieta de los ocho que viven en la chabola 144 del poblado de Pefiagrande. Tiene 11 años y apenas oye unos compases de música, se elevan sus hombros e inicia el baile. Vino a España hace dos años, con sus cuatro hermanos. El último de ellos ya es español: nació en La Paz hace un año.La chavalilla no ha estado nunca en la Puerta del Sol, donde niños de su edad han ido esta Nochevieja desde el poblado. Cuatro Caminos es el primer nombre que le sale cuando se le pregunta por Madrid. Y "el veinte", sí, explica, "donde se compra, a 100 peset...

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Imán es un zascandil con los ojos bien abiertos, la más inquieta de los ocho que viven en la chabola 144 del poblado de Pefiagrande. Tiene 11 años y apenas oye unos compases de música, se elevan sus hombros e inicia el baile. Vino a España hace dos años, con sus cuatro hermanos. El último de ellos ya es español: nació en La Paz hace un año.La chavalilla no ha estado nunca en la Puerta del Sol, donde niños de su edad han ido esta Nochevieja desde el poblado. Cuatro Caminos es el primer nombre que le sale cuando se le pregunta por Madrid. Y "el veinte", sí, explica, "donde se compra, a 100 pesetas". Una tienda de todo a 20 duros y los baños de Cuatro Caminos donde se ducha, son su mundo fuera del barro de Peñagrande, aunque el padre, Abdelkáder, se empeñe en colocar mapas grandes sobre los cartones de envasar leche que le pusieron los gitanos en la chabola cuando la compró con un primer plazo de 35.000 pesetas. "Ahora no se paga, se paga con problemas", dice el padre. "Mira, Marruecos", sigue su hija. Pero el dedo de Imán señala más bien Argelia. Su padre la corrige.

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La niña odia las matemáticas. Y el mestizaje que ya experimentan los hermanos les ha llevado a celebrar las navidades en el colegio, con lo que, a la menor, se arrancan con un "ande, ande, ande, la marimorena..."

Lo que sea

Su padre es un hombre de grueso bigote y amigable. Abdelkáder, de 35 años, dejó Tánger hace mucho tiempo, una década, para trabajar de obrero de la construcción en España, peto nunca conseguirá hablar el castellano de sus hijos. Acaba de perder su trabajo y por ello la familia se sostiene con el dinero que la madre consigue por limpiar una casa en La Moraleja. La mujer apenas habla español y sonríe mucho, con el benjamín en los brazos.A ratos desaparece la madre en la cocina, un mínimo habitáculo detrás de una cortina, con su hija mayor, que tiene 12 años y lleva el pañuelo que lucen casi todas las mujeres. La cría es todo lo contrario que Imán. Habla poco, teme las fotos y parece mucho más lejos de España que el resto de su familia. Sólo sigue con atención la pequeña tele y las desgracias de los concursantes de El Juego de la Oca. Su hermano Souhaib, de nueve años, es muy inquieto y sueña con una bicicleta. Se acurruca en un colchón. A su lado, Mohamed, un año mayor, duerme ajeno a las conversaciones.

Por la chabola, tapizada de jergones, pasan vecinos como Larvi, un hombre avejentado y su tercera esposa; una joven y silenciosa pareja de Casablanca que se irá de paseo la noche del 31 y hasta un primo de los niños, con un flemón de quitar el hipo y las ideas muy claras con menos de 10 años: "Ya tengo 21 novias".

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