Editorial:

Israel y el Vaticano

HOY SE firma en Jerusalén el reconocimiento mutuo de Israel y el Vaticano. Desde que, en el IV Concilio Laterano, en 1250, la Iglesia de Roma decretara que los judíos debían llevar algún signo externo que los hiciera reconocibles, la historia de la persecución y miseria de este pueblo ha sido una vergüenza para la Iglesia católica. Tampoco después de la fundación del Estado de Israel, en 1948, pudo el Vaticano superar sus prejuicios hacia el pueblo judío y su nuevo Estado. Le escatimó un reconocimiento que habría tenido un gran impacto moral y quizá otros efectos positivos. Los intereses de la...

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HOY SE firma en Jerusalén el reconocimiento mutuo de Israel y el Vaticano. Desde que, en el IV Concilio Laterano, en 1250, la Iglesia de Roma decretara que los judíos debían llevar algún signo externo que los hiciera reconocibles, la historia de la persecución y miseria de este pueblo ha sido una vergüenza para la Iglesia católica. Tampoco después de la fundación del Estado de Israel, en 1948, pudo el Vaticano superar sus prejuicios hacia el pueblo judío y su nuevo Estado. Le escatimó un reconocimiento que habría tenido un gran impacto moral y quizá otros efectos positivos. Los intereses de la Iglesia de Roma en los Santos Lugares y, sobre todo, la preocupación por el futuro de Jerusalén frenaron el reconocimiento durante años. Por su parte, el Gobierno israelí, aun siendo consciente de la importancia de ser aceptado por el Vaticano, no ha sido acomodaticio. Muy profundas son las susceptibilidades entre estas dos religiones. El actual proceso de paz ha convencido a ambas partes a dar este paso, que era absurdo que siguiera pendiente. Con el acuerdo de hoy, Israel consigue su ansiado reconocimiento por Roma. Acaban 10 siglos de antisemitismo oficial de Roma. La Iglesia católica logra la aceptación de dos principios claves en Israel: respeto a la libertad religiosa y reconocimiento de su personalidad jurídica. Todos ganan con esta normalización.

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